miércoles, diciembre 26, 2007

CASOS Y COSAS DE LOS QUE LA GENTE PREFIERE NO HABLAR

Miércoles 26 de diciembre de 2007, 12:30 a.m. versión corregida 6y15pm

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia,
República de Venezuela, América del Sur
Por estos días la mayor parte de los seres humanos reproduce una conducta y actitud que no obstante su repetición, generalmente no deviene en resultado alguno y en otros casos dimanan en muy poco y en número ínfimo en verdaderas consecuencias y/o frutos . Ya el lector estará inquiriéndose acerca de cuáles serían estas conductas o actitudes si pluralizáramos el encabezamiento de este artículo.

Déjame manifestarte, amigo y amiga que me lees, que nosotros los seres humanos somos como lo afirmaba un gran amigo y desaparecido psiquiatra: “un gran costal de problemas”. Esta expresión de por sí erizará la piel de más de alguno de nuestros congéneres. Precisamente no debe ser de otro modo. Lo que ocurre es que preferimos no hablar de ciertos casos y de algunas cosas. Esta selección o preferencia generalmente se funda en nuestros temores, en la hipocresía, la baja autoestima y en algunos aspectos más generales: en nuestra errátil manera de ver y vivir la vida, aspectos en los cuales han tenido un papel preponderante las falsas creencias, una educación cargada de imperfecciones, una formación doméstica débil, y principalmente la ausencia de iniciativa del sujeto que actúa en el mundo de las relaciones interpersonales.

Solamente el azar y la aleatoriedad nos han servido para “imprimir de letras” este artículo, para tratar algunos de esos casos y cosas de las cuales preferimos no hablar. La primera de ellas es nuestra vanidad. A menudo actuamos como que si realmente estuviésemos exentos de cualquier tipo de vanidad. Ello no está más alejado de la realidad que el que afirma de que “dos más dos son cinco”. Para que nos demos cuenta de la fuerza de este aserto, veamos cómo se define la vanidad:

Vanidad. (Del lat. vanĭtas, -ātis).
1. f. Cualidad de vano1. 2. f. Arrogancia, presunción, envanecimiento. 3. f. Caducidad de las cosas de este mundo. 4. f. Palabra inútil o vana e insustancial. 5. f. Vana representación, ilusión o ficción de la fantasía. ajar la ~ de alguien. 1. loc. verb. coloq. Abatir su engreimiento y soberbia.

De las acepciones anteriores podemos colegir que todos los seres humanos somos vanidosos, aunque prefiramos no hablar de ello. Cada uno de nosotros utilizamos nuestra mente para vincularnos con la realidad, bien para modificarla, crearla o evadirla. Por ello la gente prefiere callar sus propias vanidades para no aparecer frente a la sociedad con el estigma de ser vanidoso o vanidosa, lo cual conduce a una verdadera patología, porque ¿Si por naturaleza somos vanidosos, ya que no podemos evadir realizar la representación, ilusión o ficción de la fantasía o de la realidad, cómo pretender aparecer en nuestras relaciones interpersonales como un sujeto inmaculado, perfecto, impoluto y libre de vanidad? Sí somos vanidosos, lo que es aconsejable es que esta vanidad en dosis razonables y prudentes no se reprima en estas categorías o se magnifique, puesto que en esas situaciones la vanidad se convierte en una enfermedad, y lo que es más grave, en una actitud que afecta nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro discernimiento, aspectos tales que nos alejan de la misericordia de Dios.

Otra área gris en nuestras relaciones con el prójimo se vincula con el grado de espiritualidad con el cual “manejamos” algunas estaciones y épocas del año, y hasta algunos asuntillos menores relativos a la convivencia familiar, doméstica o social. En este orden de ideas, y valga la época de Navidad y de fin de año que rige en estas fechas, la gente es muy dada a destacar e incluso dar lecciones de espiritualidad, paz, reconciliación y hasta algunos soñadores que pretenden reproducir aquello de que “si te dan en una mejilla, pon la otra, y si te dan en la otra, pon la frente”. Perdóneseme la ironía, pero no dejo de pensar en la apariencia del rostro de quien a sabiendas de que Fulano o Zutano es más materialista que Marx, Engels o Lenin, actúa en estas épocas como que si se tratase del verdadero Jesús de Nazareth personificado, y es así que deambulan por calles, avenidas, ciudades y hasta por países (si tuvieran recursos económicos para ello) pregonando “la paz, el amor, la reconciliación, la venida del Niño Dios, el juguete para el niño abandonado”.A otros los sorprenden escenificando un pesebre viviente en el cual si se les permitiera : elegirían ser el niño, ni siquiera San José o la Virgen María, ya que pertenecen al tipo de personas que gustan de ser “el novio en la boda, el graduando en la promoción, el niño en el bautizo, el conferenciante en la charla, pero jamás se atreverían a elegir ser el difunto en el velatorio”. Vanidades, Sancho… Vanidades.

Queda entonces develada la situación reinante en este siglo XXI que por lo poco que hemos visto de él es una mala repetición del siglo XX, con sus secuelas de vicios, transgresiones, desviaciones y con la amenaza parpadeante de la extinción de la raza humana. Aquella situación se materializa entre otras cosas en la hipocresía de jerarquizar el aspecto espiritual de la Navidad sobre el aspecto material que ellos cultivan con mucho esmero y con producción demostrada con dígitos que se dirigen al infinito; son los que hablan de la paz y del amor, del nacimiento del Mesías, pero que en la fiesta de Navidad no recuerdan que el homenajeado y centro de esa fiesta es el Niño Jesús, y no las pintas, ropas de marca, el multicolor ambiente de las paredes de su residencia, ni mucho menos un viejo gordo, panzón, con cachetes y nariz sonrosadas que pareciera tratarse de un tipo recién egresado de uno de los tugurios de la ciudad más marginal; son aquellos que se regodean en paladear un escocés de dieciocho años o un vinillo de vieja data- o los que menos- liban grandes dosis del ron añejo Superior, Ventarrón, Caballito Frenao, Cinco Estrellas, Carta Blanca, etc., o aquella especie de fruto de la Vid conocido como Castelgandolfo, Vino Rosé o aquel que acuñando algunos vocablos de esa mal llamada fiesta de la tauromaquia, se han hecho llamar de la Concha y Toro.

Es así como de este tema tampoco se habla, y la gente prefiere no hacerlo, porque referirse a ello se traduciría en dejar al desnudo nuestros propios sentimientos, nuestras debilidades y nuestros temores. Lo aconsejable es enfrentar la cruda realidad para reconocernos como materialistas y hacer esfuerzos para transformarnos en verdaderos, íntegros y auténticos seres humanos, amantes de la verdad, de la justicia y de la paz. De más está expresar que si hacemos esto nos acercaremos más a Dios, y el discernimiento y buen comportamiento vendrán por añadidura. Parafraseando a ese desaparecido amigo psiquiatra: “quien reconoce que tiene un problema ha logrado ya el cincuenta por ciento de la solución al mismo”. ¿A qué grupo de personas perteneces tú?

La familia es otro de los grandes tabúes de la sociedad actual. Generalmente no nos gusta que el vecino se entere que en nuestro grupo familiar existe uno que otro problemilla, y por eso sublimamos esta situación y hasta la maquillamos para impedir que otros se enteren de lo que nos está afectando. Craso error, ya que las realidades no cambian ni se modifican porque las evadamos o simplemente porque las callemos. Y he aquí que traigo a la memoria una expresión que un personaje de mi ciudad natal, Maracaibo, acuñó como propia y que pronunciaba constantemente en los espacios radiales en los que actuó como locutor: “Hay cosas que por sabidas se callan, y por calladas se olvidan”. Y yo me pregunto y te pregunto ¿En cuál de esas dos situaciones estamos hoy? ¿En cuál de ellas hemos estado? ¿Cuál ha sido nuestra reacción y qué consecuencias se han generado?

Cualquiera que sean las respuestas a las interrogantes formuladas anteriormente, las mismas no dejan de sorprendernos, perturbarnos y si nos adentramos en la trascendencia de aquellas, podrían hasta reducirnos numerosas horas de sueño. Esta área vital pudiera estar impregnada de situaciones que pudieran hacer derrumbar el núcleo familiar. ¿En cuántas de nuestras familias no ha crecido algún tipo de cizaña junto con la buena hierba? ¿Si tuvimos tiempo para hacerlo, por qué no logramos mejorar la siembra mediante los correctivos que ella requirió en su momento oportuno? Así es la vida. Nos callamos y tratamos de esconder nuestros problemas en lo que yo humildemente he llamado “el cuarto de los chécheres” (En Venezuela y en Latinoamérica llamamos “chécheres” a los objetos como ropa, juguetes, fotografías, electrodomésticos o cualquier otra cosa que ya no nos sirve, no nos satisface, no está de moda, no nos gusta o no queremos y que colocamos en un espacio físico casi ubicado bien al final de la casa para que nadie lo vea, o encima del techo o ático precisamente para ocultarlos). La pregunta anterior nos conduce a otra ¿Cuántos cuartos de chécheres tenemos en nuestra casa? Necesariamente, para hacernos entender, debemos aclarar que a los efectos de las reflexiones que venimos realizando, la casa debe entenderse como nuestra familia o nuestra alma, y los chécheres, como aquellas cosas que preferimos que la gente no conozca y que no se nos obligue a hablar de ellas.

En Latinoamérica el refranero popular enseña que: “En cada familia existe una oveja negra”, para referirse con ello a la circunstancia de que en una familia siempre habrá por lo menos uno de sus integrantes que no cumple a cabalidad la rigidez de los valores que rigen el mundo y la sociedad de esa época. En otro sentido también podría formularse la opinión relativa a nuestras propias conductas, actitudes y convicciones que hemos escondido en eso que Sigmund Freud llamó el subconsciente y que actualmente los estudiosos de la mente humana han dado en llamar: niveles de conciencia interna. Hecho este deslinde, entonces se nos permitirá que coloquialmente opinemos que poco importa el mayor o menor grado de ocultación de nuestros defectos, desencuentros, desafectos, debilidades, ya que los mismos más tarde que temprano se verán reflejados en nuestras conductas y ocurrirá como lo afirma el apóstol Santiago, cuando se miden los valores de una persona según sus obras, de manera que este apóstol señaló: “por sus frutos los conoceréis”. A esta cita bíblica se la debe relacionar con aquella contenida en los evangelios según la cual “de la abundancia del corazón habla la boca”.

Todo lo anterior nos lleva a interrogar ¿Cuál o cuáles son las ovejas negras de nuestra familia? ¿Qué hemos realizado para que esas ovejas regresen al redil? ¿Hemos hecho lo necesario? ¿Hasta qué punto, -para preservar el buen nombre de nuestra familia y en detrimento de quien sufre la patología espiritual o social- hemos ocultado esas realidades que no nos gustan? En fin, solamente nosotros sabemos qué clase de chécheres poseemos, pero también, y ello es importante que se diga : que conocemos cuáles son las soluciones que debemos aplicar para modificar esa triste y cruda realidad.

Ofrezco mis excusas a los lectores, toda vez que he osado perturbar la tranquilidad y quietud de sus almas con el análisis de algunos temas de los cuales preferiríamos no hablar, pero cuya exhibición y discusión es necesaria, porque no hacerlo sería como permitir que, detectada una célula cancerígena, la misma se multiplique por negligencia de quien la posea o de aquel que teniendo obligación de evitar su reproducción no lo hace. Finalmente, para morigerar y flexibilizar el contenido de estas reflexiones, me permito desearles todo género de bendiciones, éxitos, salud y un sinnúmero de dones espirituales y materiales, siempre bajo la misericordia de Dios Padre, de Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y con la intercesión de nuestra madre
la Virgen María.

El pensamiento que transcribo de seguidas nos permitirá, de seguro, comprender que todos estamos dotados de capacidades y potencialidades para vencer cualquier obstáculo y modificar cualquier realidad en beneficio de la sociedad y de uno mismo: "El valor perfecto consiste en hacer, sin testigos, lo que seríamos capaces de hacer delante de todo el mundo."(François de La Rochefoucauld).


"CASOS Y COSAS DE LOS QUE LA GENTE PREFIERE NO HABLAR" por Prof.Dr.Mervy Enrique González Fuenmayor

Mervy Enrique Gonzalez Fuenmayor

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Mervy Enrique González Fuenmayor

Primero que nada, soy un ser humano cuya vida le pertenece a Dios a quien debo subordinación y adoración. Soy Abogado, Catedrático Universitario, Locutor de Estaciones Radioeléctricas, entre otras cosas.

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miércoles, diciembre 26, 2007

Casos y Cosas de los que la Gente Prefiere No Hablar

Por Mervy Enrique González Fuenmayor

Miércoles 26 de diciembre de 2007, 12:30 a.m. versión corregida 6y15pm

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia,
República de Venezuela, América del Sur


Por estos días la mayor parte de los seres humanos reproduce una conducta y actitud que no obstante su repetición, generalmente no deviene en resultado alguno y en otros casos dimanan en muy poco y en número ínfimo en verdaderas consecuencias y/o frutos . Ya el lector estará inquiriéndose acerca de cuáles serían estas conductas o actitudes si pluralizáramos el encabezamiento de este artículo.

Déjame manifestarte, amigo y amiga que me lees, que nosotros los seres humanos somos como lo afirmaba un gran amigo y desaparecido psiquiatra: “un gran costal de problemas”. Esta expresión de por sí erizará la piel de más de alguno de nuestros congéneres. Precisamente no debe ser de otro modo. Lo que ocurre es que preferimos no hablar de ciertos casos y de algunas cosas. Esta selección o preferencia generalmente se funda en nuestros temores, en la hipocresía, la baja autoestima y en algunos aspectos más generales: en nuestra errátil manera de ver y vivir la vida, aspectos en los cuales han tenido un papel preponderante las falsas creencias, una educación cargada de imperfecciones, una formación doméstica débil, y principalmente la ausencia de iniciativa del sujeto que actúa en el mundo de las relaciones interpersonales.

Solamente el azar y la aleatoriedad nos han servido para “imprimir de letras” este artículo, para tratar algunos de esos casos y cosas de las cuales preferimos no hablar. La primera de ellas es nuestra vanidad. A menudo actuamos como que si realmente estuviésemos exentos de cualquier tipo de vanidad. Ello no está más alejado de la realidad que el que afirma de que “dos más dos son cinco”. Para que nos demos cuenta de la fuerza de este aserto, veamos cómo se define la vanidad:

Vanidad. (Del lat. vanĭtas, -ātis). 1. f. Cualidad de vano1. 2. f. Arrogancia, presunción, envanecimiento. 3. f. Caducidad de las cosas de este mundo. 4. f. Palabra inútil o vana e insustancial. 5. f. Vana representación, ilusión o ficción de la fantasía. ajar la ~ de alguien. 1. loc. verb. coloq. Abatir su engreimiento y soberbia.

De las acepciones anteriores podemos colegir que todos los seres humanos somos vanidosos, aunque prefiramos no hablar de ello. Cada uno de nosotros utilizamos nuestra mente para vincularnos con la realidad, bien para modificarla, crearla o evadirla. Por ello la gente prefiere callar sus propias vanidades para no aparecer frente a la sociedad con el estigma de ser vanidoso o vanidosa, lo cual conduce a una verdadera patología, porque ¿Si por naturaleza somos vanidosos, ya que no podemos evadir realizar la representación, ilusión o ficción de la fantasía o de la realidad, cómo pretender aparecer en nuestras relaciones interpersonales como un sujeto inmaculado, perfecto, impoluto y libre de vanidad? Sí somos vanidosos, lo que es aconsejable es que esta vanidad en dosis razonables y prudentes no se reprima en estas categorías o se magnifique, puesto que en esas situaciones la vanidad se convierte en una enfermedad, y lo que es más grave, en una actitud que afecta nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro discernimiento, aspectos tales que nos alejan de la misericordia de Dios.

Otra área gris en nuestras relaciones con el prójimo se vincula con el grado de espiritualidad con el cual “manejamos” algunas estaciones y épocas del año, y hasta algunos asuntillos menores relativos a la convivencia familiar, doméstica o social. En este orden de ideas, y valga la época de Navidad y de fin de año que rige en estas fechas, la gente es muy dada a destacar e incluso dar lecciones de espiritualidad, paz, reconciliación y hasta algunos soñadores que pretenden reproducir aquello de que “si te dan en una mejilla, pon la otra, y si te dan en la otra, pon la frente”. Perdóneseme la ironía, pero no dejo de pensar en la apariencia del rostro de quien a sabiendas de que Fulano o Zutano es más materialista que Marx, Engels o Lenin, actúa en estas épocas como que si se tratase del verdadero Jesús de Nazareth personificado, y es así que deambulan por calles, avenidas, ciudades y hasta por países (si tuvieran recursos económicos para ello) pregonando “la paz, el amor, la reconciliación, la venida del Niño Dios, el juguete para el niño abandonado”.A otros los sorprenden escenificando un pesebre viviente en el cual si se les permitiera : elegirían ser el niño, ni siquiera San José o la Virgen María, ya que pertenecen al tipo de personas que gustan de ser “el novio en la boda, el graduando en la promoción, el niño en el bautizo, el conferenciante en la charla, pero jamás se atreverían a elegir ser el difunto en el velatorio”. Vanidades, Sancho… Vanidades.

Queda entonces develada la situación reinante en este siglo XXI que por lo poco que hemos visto de él es una mala repetición del siglo XX, con sus secuelas de vicios, transgresiones, desviaciones y con la amenaza parpadeante de la extinción de la raza humana. Aquella situación se materializa entre otras cosas en la hipocresía de jerarquizar el aspecto espiritual de la Navidad sobre el aspecto material que ellos cultivan con mucho esmero y con producción demostrada con dígitos que se dirigen al infinito; son los que hablan de la paz y del amor, del nacimiento del Mesías, pero que en la fiesta de Navidad no recuerdan que el homenajeado y centro de esa fiesta es el Niño Jesús, y no las pintas, ropas de marca, el multicolor ambiente de las paredes de su residencia, ni mucho menos un viejo gordo, panzón, con cachetes y nariz sonrosadas que pareciera tratarse de un tipo recién egresado de uno de los tugurios de la ciudad más marginal; son aquellos que se regodean en paladear un escocés de dieciocho años o un vinillo de vieja data- o los que menos- liban grandes dosis del ron añejo Superior, Ventarrón, Caballito Frenao, Cinco Estrellas, Carta Blanca, etc., o aquella especie de fruto de la Vid conocido como Castelgandolfo, Vino Rosé o aquel que acuñando algunos vocablos de esa mal llamada fiesta de la tauromaquia, se han hecho llamar de la Concha y Toro.

Es así como de este tema tampoco se habla, y la gente prefiere no hacerlo, porque referirse a ello se traduciría en dejar al desnudo nuestros propios sentimientos, nuestras debilidades y nuestros temores. Lo aconsejable es enfrentar la cruda realidad para reconocernos como materialistas y hacer esfuerzos para transformarnos en verdaderos, íntegros y auténticos seres humanos, amantes de la verdad, de la justicia y de la paz. De más está expresar que si hacemos esto nos acercaremos más a Dios, y el discernimiento y buen comportamiento vendrán por añadidura. Parafraseando a ese desaparecido amigo psiquiatra: “quien reconoce que tiene un problema ha logrado ya el cincuenta por ciento de la solución al mismo”. ¿A qué grupo de personas perteneces tú?

La familia es otro de los grandes tabúes de la sociedad actual. Generalmente no nos gusta que el vecino se entere que en nuestro grupo familiar existe uno que otro problemilla, y por eso sublimamos esta situación y hasta la maquillamos para impedir que otros se enteren de lo que nos está afectando. Craso error, ya que las realidades no cambian ni se modifican porque las evadamos o simplemente porque las callemos. Y he aquí que traigo a la memoria una expresión que un personaje de mi ciudad natal, Maracaibo, acuñó como propia y que pronunciaba constantemente en los espacios radiales en los que actuó como locutor: “Hay cosas que por sabidas se callan, y por calladas se olvidan”. Y yo me pregunto y te pregunto ¿En cuál de esas dos situaciones estamos hoy? ¿En cuál de ellas hemos estado? ¿Cuál ha sido nuestra reacción y qué consecuencias se han generado?

Cualquiera que sean las respuestas a las interrogantes formuladas anteriormente, las mismas no dejan de sorprendernos, perturbarnos y si nos adentramos en la trascendencia de aquellas, podrían hasta reducirnos numerosas horas de sueño. Esta área vital pudiera estar impregnada de situaciones que pudieran hacer derrumbar el núcleo familiar. ¿En cuántas de nuestras familias no ha crecido algún tipo de cizaña junto con la buena hierba? ¿Si tuvimos tiempo para hacerlo, por qué no logramos mejorar la siembra mediante los correctivos que ella requirió en su momento oportuno? Así es la vida. Nos callamos y tratamos de esconder nuestros problemas en lo que yo humildemente he llamado “el cuarto de los chécheres” (En Venezuela y en Latinoamérica llamamos “chécheres” a los objetos como ropa, juguetes, fotografías, electrodomésticos o cualquier otra cosa que ya no nos sirve, no nos satisface, no está de moda, no nos gusta o no queremos y que colocamos en un espacio físico casi ubicado bien al final de la casa para que nadie lo vea, o encima del techo o ático precisamente para ocultarlos). La pregunta anterior nos conduce a otra ¿Cuántos cuartos de chécheres tenemos en nuestra casa? Necesariamente, para hacernos entender, debemos aclarar que a los efectos de las reflexiones que venimos realizando, la casa debe entenderse como nuestra familia o nuestra alma, y los chécheres, como aquellas cosas que preferimos que la gente no conozca y que no se nos obligue a hablar de ellas.

En Latinoamérica el refranero popular enseña que: “En cada familia existe una oveja negra”, para referirse con ello a la circunstancia de que en una familia siempre habrá por lo menos uno de sus integrantes que no cumple a cabalidad la rigidez de los valores que rigen el mundo y la sociedad de esa época. En otro sentido también podría formularse la opinión relativa a nuestras propias conductas, actitudes y convicciones que hemos escondido en eso que Sigmund Freud llamó el subconsciente y que actualmente los estudiosos de la mente humana han dado en llamar: niveles de conciencia interna. Hecho este deslinde, entonces se nos permitirá que coloquialmente opinemos que poco importa el mayor o menor grado de ocultación de nuestros defectos, desencuentros, desafectos, debilidades, ya que los mismos más tarde que temprano se verán reflejados en nuestras conductas y ocurrirá como lo afirma el apóstol Santiago, cuando se miden los valores de una persona según sus obras, de manera que este apóstol señaló: “por sus frutos los conoceréis”. A esta cita bíblica se la debe relacionar con aquella contenida en los evangelios según la cual “de la abundancia del corazón habla la boca”.

Todo lo anterior nos lleva a interrogar ¿Cuál o cuáles son las ovejas negras de nuestra familia? ¿Qué hemos realizado para que esas ovejas regresen al redil? ¿Hemos hecho lo necesario? ¿Hasta qué punto, -para preservar el buen nombre de nuestra familia y en detrimento de quien sufre la patología espiritual o social- hemos ocultado esas realidades que no nos gustan? En fin, solamente nosotros sabemos qué clase de chécheres poseemos, pero también, y ello es importante que se diga : que conocemos cuáles son las soluciones que debemos aplicar para modificar esa triste y cruda realidad.

Ofrezco mis excusas a los lectores, toda vez que he osado perturbar la tranquilidad y quietud de sus almas con el análisis de algunos temas de los cuales preferiríamos no hablar, pero cuya exhibición y discusión es necesaria, porque no hacerlo sería como permitir que, detectada una célula cancerígena, la misma se multiplique por negligencia de quien la posea o de aquel que teniendo obligación de evitar su reproducción no lo hace. Finalmente, para morigerar y flexibilizar el contenido de estas reflexiones, me permito desearles todo género de bendiciones, éxitos, salud y un sinnúmero de dones espirituales y materiales, siempre bajo la misericordia de Dios Padre, de Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y con la intercesión de nuestra madre la Virgen María.

El pensamiento que transcribo de seguidas nos permitirá, de seguro, comprender que todos estamos dotados de capacidades y potencialidades para vencer cualquier obstáculo y modificar cualquier realidad en beneficio de la sociedad y de uno mismo: "El valor perfecto consiste en hacer, sin testigos, lo que seríamos capaces de hacer delante de todo el mundo."(François de La Rochefoucauld).

"CASOS Y COSAS DE LOS QUE LA GENTE PREFIERE NO HABLAR" por Prof.Dr.Mervy Enrique González Fuenmayor

Mervy Enrique Gonzalez Fuenmayor

Datos personales

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Primero que nada, soy un ser humano cuya vida le pertenece a Dios a quien debo subordinación y adoración. Soy Abogado, Catedrático Universitario, Locutor de Estaciones Radioeléctricas, entre otras cosas.

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miércoles, diciembre 26, 2007

Casos y Cosas de los que la Gente Prefiere No Hablar

Por Mervy Enrique González Fuenmayor

Miércoles 26 de diciembre de 2007, 12:30 a.m. versión corregida 6y15pm

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia,
República de Venezuela, América del Sur


Por estos días la mayor parte de los seres humanos reproduce una conducta y actitud que no obstante su repetición, generalmente no deviene en resultado alguno y en otros casos dimanan en muy poco y en número ínfimo en verdaderas consecuencias y/o frutos . Ya el lector estará inquiriéndose acerca de cuáles serían estas conductas o actitudes si pluralizáramos el encabezamiento de este artículo.

Déjame manifestarte, amigo y amiga que me lees, que nosotros los seres humanos somos como lo afirmaba un gran amigo y desaparecido psiquiatra: “un gran costal de problemas”. Esta expresión de por sí erizará la piel de más de alguno de nuestros congéneres. Precisamente no debe ser de otro modo. Lo que ocurre es que preferimos no hablar de ciertos casos y de algunas cosas. Esta selección o preferencia generalmente se funda en nuestros temores, en la hipocresía, la baja autoestima y en algunos aspectos más generales: en nuestra errátil manera de ver y vivir la vida, aspectos en los cuales han tenido un papel preponderante las falsas creencias, una educación cargada de imperfecciones, una formación doméstica débil, y principalmente la ausencia de iniciativa del sujeto que actúa en el mundo de las relaciones interpersonales.

Solamente el azar y la aleatoriedad nos han servido para “imprimir de letras” este artículo, para tratar algunos de esos casos y cosas de las cuales preferimos no hablar. La primera de ellas es nuestra vanidad. A menudo actuamos como que si realmente estuviésemos exentos de cualquier tipo de vanidad. Ello no está más alejado de la realidad que el que afirma de que “dos más dos son cinco”. Para que nos demos cuenta de la fuerza de este aserto, veamos cómo se define la vanidad:

Vanidad. (Del lat. vanĭtas, -ātis). 1. f. Cualidad de vano1. 2. f. Arrogancia, presunción, envanecimiento. 3. f. Caducidad de las cosas de este mundo. 4. f. Palabra inútil o vana e insustancial. 5. f. Vana representación, ilusión o ficción de la fantasía. ajar la ~ de alguien. 1. loc. verb. coloq. Abatir su engreimiento y soberbia.

De las acepciones anteriores podemos colegir que todos los seres humanos somos vanidosos, aunque prefiramos no hablar de ello. Cada uno de nosotros utilizamos nuestra mente para vincularnos con la realidad, bien para modificarla, crearla o evadirla. Por ello la gente prefiere callar sus propias vanidades para no aparecer frente a la sociedad con el estigma de ser vanidoso o vanidosa, lo cual conduce a una verdadera patología, porque ¿Si por naturaleza somos vanidosos, ya que no podemos evadir realizar la representación, ilusión o ficción de la fantasía o de la realidad, cómo pretender aparecer en nuestras relaciones interpersonales como un sujeto inmaculado, perfecto, impoluto y libre de vanidad? Sí somos vanidosos, lo que es aconsejable es que esta vanidad en dosis razonables y prudentes no se reprima en estas categorías o se magnifique, puesto que en esas situaciones la vanidad se convierte en una enfermedad, y lo que es más grave, en una actitud que afecta nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro discernimiento, aspectos tales que nos alejan de la misericordia de Dios.

Otra área gris en nuestras relaciones con el prójimo se vincula con el grado de espiritualidad con el cual “manejamos” algunas estaciones y épocas del año, y hasta algunos asuntillos menores relativos a la convivencia familiar, doméstica o social. En este orden de ideas, y valga la época de Navidad y de fin de año que rige en estas fechas, la gente es muy dada a destacar e incluso dar lecciones de espiritualidad, paz, reconciliación y hasta algunos soñadores que pretenden reproducir aquello de que “si te dan en una mejilla, pon la otra, y si te dan en la otra, pon la frente”. Perdóneseme la ironía, pero no dejo de pensar en la apariencia del rostro de quien a sabiendas de que Fulano o Zutano es más materialista que Marx, Engels o Lenin, actúa en estas épocas como que si se tratase del verdadero Jesús de Nazareth personificado, y es así que deambulan por calles, avenidas, ciudades y hasta por países (si tuvieran recursos económicos para ello) pregonando “la paz, el amor, la reconciliación, la venida del Niño Dios, el juguete para el niño abandonado”.A otros los sorprenden escenificando un pesebre viviente en el cual si se les permitiera : elegirían ser el niño, ni siquiera San José o la Virgen María, ya que pertenecen al tipo de personas que gustan de ser “el novio en la boda, el graduando en la promoción, el niño en el bautizo, el conferenciante en la charla, pero jamás se atreverían a elegir ser el difunto en el velatorio”. Vanidades, Sancho… Vanidades.

Queda entonces develada la situación reinante en este siglo XXI que por lo poco que hemos visto de él es una mala repetición del siglo XX, con sus secuelas de vicios, transgresiones, desviaciones y con la amenaza parpadeante de la extinción de la raza humana. Aquella situación se materializa entre otras cosas en la hipocresía de jerarquizar el aspecto espiritual de la Navidad sobre el aspecto material que ellos cultivan con mucho esmero y con producción demostrada con dígitos que se dirigen al infinito; son los que hablan de la paz y del amor, del nacimiento del Mesías, pero que en la fiesta de Navidad no recuerdan que el homenajeado y centro de esa fiesta es el Niño Jesús, y no las pintas, ropas de marca, el multicolor ambiente de las paredes de su residencia, ni mucho menos un viejo gordo, panzón, con cachetes y nariz sonrosadas que pareciera tratarse de un tipo recién egresado de uno de los tugurios de la ciudad más marginal; son aquellos que se regodean en paladear un escocés de dieciocho años o un vinillo de vieja data- o los que menos- liban grandes dosis del ron añejo Superior, Ventarrón, Caballito Frenao, Cinco Estrellas, Carta Blanca, etc., o aquella especie de fruto de la Vid conocido como Castelgandolfo, Vino Rosé o aquel que acuñando algunos vocablos de esa mal llamada fiesta de la tauromaquia, se han hecho llamar de la Concha y Toro.

Es así como de este tema tampoco se habla, y la gente prefiere no hacerlo, porque referirse a ello se traduciría en dejar al desnudo nuestros propios sentimientos, nuestras debilidades y nuestros temores. Lo aconsejable es enfrentar la cruda realidad para reconocernos como materialistas y hacer esfuerzos para transformarnos en verdaderos, íntegros y auténticos seres humanos, amantes de la verdad, de la justicia y de la paz. De más está expresar que si hacemos esto nos acercaremos más a Dios, y el discernimiento y buen comportamiento vendrán por añadidura. Parafraseando a ese desaparecido amigo psiquiatra: “quien reconoce que tiene un problema ha logrado ya el cincuenta por ciento de la solución al mismo”. ¿A qué grupo de personas perteneces tú?

La familia es otro de los grandes tabúes de la sociedad actual. Generalmente no nos gusta que el vecino se entere que en nuestro grupo familiar existe uno que otro problemilla, y por eso sublimamos esta situación y hasta la maquillamos para impedir que otros se enteren de lo que nos está afectando. Craso error, ya que las realidades no cambian ni se modifican porque las evadamos o simplemente porque las callemos. Y he aquí que traigo a la memoria una expresión que un personaje de mi ciudad natal, Maracaibo, acuñó como propia y que pronunciaba constantemente en los espacios radiales en los que actuó como locutor: “Hay cosas que por sabidas se callan, y por calladas se olvidan”. Y yo me pregunto y te pregunto ¿En cuál de esas dos situaciones estamos hoy? ¿En cuál de ellas hemos estado? ¿Cuál ha sido nuestra reacción y qué consecuencias se han generado?

Cualquiera que sean las respuestas a las interrogantes formuladas anteriormente, las mismas no dejan de sorprendernos, perturbarnos y si nos adentramos en la trascendencia de aquellas, podrían hasta reducirnos numerosas horas de sueño. Esta área vital pudiera estar impregnada de situaciones que pudieran hacer derrumbar el núcleo familiar. ¿En cuántas de nuestras familias no ha crecido algún tipo de cizaña junto con la buena hierba? ¿Si tuvimos tiempo para hacerlo, por qué no logramos mejorar la siembra mediante los correctivos que ella requirió en su momento oportuno? Así es la vida. Nos callamos y tratamos de esconder nuestros problemas en lo que yo humildemente he llamado “el cuarto de los chécheres” (En Venezuela y en Latinoamérica llamamos “chécheres” a los objetos como ropa, juguetes, fotografías, electrodomésticos o cualquier otra cosa que ya no nos sirve, no nos satisface, no está de moda, no nos gusta o no queremos y que colocamos en un espacio físico casi ubicado bien al final de la casa para que nadie lo vea, o encima del techo o ático precisamente para ocultarlos). La pregunta anterior nos conduce a otra ¿Cuántos cuartos de chécheres tenemos en nuestra casa? Necesariamente, para hacernos entender, debemos aclarar que a los efectos de las reflexiones que venimos realizando, la casa debe entenderse como nuestra familia o nuestra alma, y los chécheres, como aquellas cosas que preferimos que la gente no conozca y que no se nos obligue a hablar de ellas.

En Latinoamérica el refranero popular enseña que: “En cada familia existe una oveja negra”, para referirse con ello a la circunstancia de que en una familia siempre habrá por lo menos uno de sus integrantes que no cumple a cabalidad la rigidez de los valores que rigen el mundo y la sociedad de esa época. En otro sentido también podría formularse la opinión relativa a nuestras propias conductas, actitudes y convicciones que hemos escondido en eso que Sigmund Freud llamó el subconsciente y que actualmente los estudiosos de la mente humana han dado en llamar: niveles de conciencia interna. Hecho este deslinde, entonces se nos permitirá que coloquialmente opinemos que poco importa el mayor o menor grado de ocultación de nuestros defectos, desencuentros, desafectos, debilidades, ya que los mismos más tarde que temprano se verán reflejados en nuestras conductas y ocurrirá como lo afirma el apóstol Santiago, cuando se miden los valores de una persona según sus obras, de manera que este apóstol señaló: “por sus frutos los conoceréis”. A esta cita bíblica se la debe relacionar con aquella contenida en los evangelios según la cual “de la abundancia del corazón habla la boca”.

Todo lo anterior nos lleva a interrogar ¿Cuál o cuáles son las ovejas negras de nuestra familia? ¿Qué hemos realizado para que esas ovejas regresen al redil? ¿Hemos hecho lo necesario? ¿Hasta qué punto, -para preservar el buen nombre de nuestra familia y en detrimento de quien sufre la patología espiritual o social- hemos ocultado esas realidades que no nos gustan? En fin, solamente nosotros sabemos qué clase de chécheres poseemos, pero también, y ello es importante que se diga : que conocemos cuáles son las soluciones que debemos aplicar para modificar esa triste y cruda realidad.

Ofrezco mis excusas a los lectores, toda vez que he osado perturbar la tranquilidad y quietud de sus almas con el análisis de algunos temas de los cuales preferiríamos no hablar, pero cuya exhibición y discusión es necesaria, porque no hacerlo sería como permitir que, detectada una célula cancerígena, la misma se multiplique por negligencia de quien la posea o de aquel que teniendo obligación de evitar su reproducción no lo hace. Finalmente, para morigerar y flexibilizar el contenido de estas reflexiones, me permito desearles todo género de bendiciones, éxitos, salud y un sinnúmero de dones espirituales y materiales, siempre bajo la misericordia de Dios Padre, de Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y con la intercesión de nuestra madre la Virgen María.

El pensamiento que transcribo de seguidas nos permitirá, de seguro, comprender que todos estamos dotados de capacidades y potencialidades para vencer cualquier obstáculo y modificar cualquier realidad en beneficio de la sociedad y de uno mismo: "El valor perfecto consiste en hacer, sin testigos, lo que seríamos capaces de hacer delante de todo el mundo."(François de La Rochefoucauld).

domingo, diciembre 16, 2007

¿ CELEBRAR LA NAVIDAD O VIVIR LA NAVIDAD ?

domingo, diciembre 16, 2007

¿ CELEBRAR LA NAVIDAD O VIVIR LA NAVIDAD ?

¿CELEBRAR LA NAVIDAD O VIVIR LA NAVIDAD?

Por Prof.Dr.Mervy Enrique González Fuenmayor.

Domingo 16 de Diciembre de 2007, 8 y 40 p. m.

República Bolivariana de Venezuela.America del Sur.

Maracaibo.Estado Zulia.

Vuelvo a expresar mis opiniones, no obstante la circunstancia vinculada a la situación por mi asumida, de no escribir especialmente para ciertas fechas , estaciones o "días" que las sociedades transforman en hitos e incluso los santifican o sacralizan, todo con el propósito de obtener algunas monedas. Pero salvando este escollo y preocupado por las nuevas "versiones" de la fiesta de la Natividad de nuestro Señor Jesús, me conmino a tratar de establecer el sentido real que debe atribuírsele a la Navidad. Excúsenme amigos y amigas a quienes les sustraigo su tiempo para leer estas reflexiones, sobre todo con la pretensión tan temeraria de explicar todo esté " barullo " que implica el tiempo de la Navidad o como incorrectamente la califican algunos: "tiempo de Navidades", cuando lo correcto gramatical y religiosamente hablando, es referirnos al nacimiento del Señor, como la Navidad. Ello es así, por cuanto la humanidad no celebra, ni festeja, ni vive diferentes nacimientos en diferentes lugares y en diferentes sociedades. El nacimiento del Mesías es uno solo y se produjo en un solo lugar, por lo tanto no es plausible referirnos a la Navidad en plural, es decir, como Navidades; he aquí nuestro primer error. Celebramos, festejamos, vivimos la Navidad y no las Navidades.

El título de este artículo está constituido por una interrogante relativa a la circunstancia devenida del hecho más importante de la humanidad, como lo es el nacimiento del Mesías, del niño Jesús, del hijo de Dios. Y la pregunta es válida, en tanto y en cuanto conozcamos la diferencia entre celebrar algún hecho, un acontecimiento y vivirlo. Veamos lo que gramaticalmente significan cada término:

Celebrar. (Del lat. celebrare). tr. Conmemorar, festejar una fecha, un acontecimiento. Celebramos el cumpleaños de Juan. || 2. Alabar, aplaudir algo. Celebro tu sabia decisión. Era u. también apl. a pers. || 3. Reverenciar, venerar solemnemente con culto público los misterios de la religión y la memoria de sus santos. || 4. Realizar un acto, una reunión, un espectáculo, etc. U. t. c. prnl. || 5. decir misa. U. t. c. intr.

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vivir1. (Del lat. vivere). intr. Tener vida. || 2. Durar con vida. || 3. Dicho de una cosa: durar. || 4. Pasar y mantener la vida. Francisco tiene con qué vivir. Vivo de mi trabajo. || 5. Habitar o morar en un lugar o país. U. t. c. tr. || 6. Obrar siguiendo algún tenor o modo en las acciones, en cuanto miran a la razón o a la ley. || 7. Mantenerse o durar en la fama o en la memoria después de muerto. || 8. Acomodarse a las circunstancias o aprovecharlas para lograr sus propias conveniencias. Enseñar a vivir. Saber vivir. || 9. Dicho de una cosa: Estar presente en la memoria, en la voluntad o en la consideración. || 10. Dicho de Dios: Estar en la memoria, en la voluntad o en la consideración y asistir particularmente a alguien con sus inspiraciones. || 11. Estar (? existir uno con cierta permanencia en un lugar o en un estado o condición). Vivir descuidado. Vivir ignorante de algo. || 12. tr. Sentir o experimentar la impresión producida por algún hecho o acaecimiento. Hemos vivido momentos de inquietud. Todas sus alegrías y sus penas fueron vividas por nosotros. || bueno es ~ para ver. expr. vivir para ver. || no dejar ~ a alguien. fr. coloq. Molestarlo, fastidiarlo. || no dejar ~ algo a alguien. fr. coloq. Ser motivo de remordimiento o inquietud. || ¿quién vive? expr. U. por el soldado que está de centinela para preguntar quién es el que llega o pasa. U. t. c. s. || viva. interj. U. para expresar alegría y aplauso. U. t. c. s. m. || viva quien vence. loc. interj. U. para explicar la disposición pronta del ánimo a seguir a quien está en prosperidad y a huir de quien está caído. || vive. interj. U. como juramento con algún nombre que lo expresa, o con alguna voz inventada para evitarlo. ¡Vive Dios! ¡Vive Cribas! || ~ alguien aprisa, o de prisa. frs. Trabajar demasiado, o gastar sin reparo la salud. || ~ para ver. expr. U. para manifestar la extrañeza que causa algo que no se esperaba de la persona de quien se habla, especialmente cuando es de mala correspondencia.

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De las transcripciones efectuadas, debo centrar mi atención, ab initio, en el término celebrar. Y en su significación, aunque pudiera en la eventualidad de una interpretación ligera, subsumir la acción de reverenciar y cumplir con culto publico algún misterio de la religión, esta manera interpretativa nos parece errátil. El argumento de esta aseveración es fácil encontrarlo, en virtud de que si bien es cierto, quien reverencia o cumple con culto publico alguna fiesta o misterio religioso, no garantiza su participación activa en el mismo. En otras palabras vivir con culto público una fiesta o misterio religioso, es diferente a celebrarlo. En este último caso, hipotéticamente hablando, podríamos estar en presencia de la mecanicidad o simplemente el cumplimiento del mandato contenido en la palabra de Dios de santificar las fiestas, sin que para algunos se traduzca en vivir esa fiesta o misterio que la escritura sagrada nos indica. No es lo mismo celebrar que vivir algo, una situación, una circunstancia o cualquier otro hecho sea social, político, económico, académico, religioso o de cualquier otra especie.

El lector avieso ya habrá comprendido que vivir se traduce en mezclar la emoción, el discernimiento, el sentido finalista de aquello que previamente nos conduce a una celebración. Vale decir que el celebrar es una categoría anterior al vivir. Quien celebra amigo y amiga, no necesariamente vive el momento que celebra. Como ser humano podría celebrar mi matrimonio y sin embargo no vivirlo. Podría celebrar el acontecimiento del nacimiento de un nuevo hijo de un pariente, amigo o congénere y sin embargo no vivir el momento. Otro ejemplo nos servirá para ilustrarnos: quien acude al bautizo de un hijo de un hermano, eventualmente celebrará ese acto , y si es el padrino de la criatura, podrá festejarlo, disfrutar de la fiesta, cumplir con el culto público de ir a la iglesia, aceptar el padrinazgo y asumir también las obligaciones que tal condición le impone. Pero ese padrino, hipotéticamente, también podría no vivir la función de padrino para la cual fue designado y aceptada espontáneamente. Tal y como lo señala el significado de la voz vivir, es " obrar siguiendo algún tenor o modo en las acciones, en cuanto miran a la razón o a la ley." O " Dicho de Dios: Estar en la memoria, en la voluntad o en la consideración y asistir particularmente a alguien con sus inspiraciones. En efecto para poder vivir se necesita primero celebrar. Quien celebra no vive necesariamente; pero quién vive---- tácitamente--- celebra. Quien vive el acto de casamiento con su pareja, implica necesariamente haberlo celebrado. La vivencia es la vinculación racional, emocional, espiritual y social con hechos, circunstancias, situaciones y etapas en las cuales participamos como actores o espectadores, pero siempre aún en este último caso, vinculados con esos hechos por la razón, por el espíritu, el alma, por el cerebro y por nuestra socialidad.

La Navidad es tiempo de celebración y de experimentación y vivencia de la trascendencia, significado, valor y proyección espiritual de un hecho que marcó y dividió la humanidad en dos etapas: la anterior a Jesús de Nazareth y la posterior a su nacimiento. Es el advenimiento del Mesías, del que había de venir, de el liberador, del Príncipe de la paz, del Rey de Reyes y Señor de Señores. A diferencia de lo que ocurre en nuestras sociedades, este tiempo nos invita a emular las actitudes consagradas en el libro sagrado: la Biblia. La Navidad es tiempo de esperanza, de reconciliación, de paz, solidaridad, de perdón, de enmienda, de transformación espiritual, de revisar los postulados es los cuales descansa la base ética, filosófica y social de nuestra existencia y de nuestros valores.

La mayor parte de nosotros, celebramos la Navidad, pero no la vivimos. Lamentó emitir este juicio, pero lo que está a la vista no necesita anteojos. La sociedad mercantil se ha ocupado de ir socavando nuestros valores, principios, creencias, tradiciones incluso nuestra fe. Aún así, no puede existir quien soliviante sin aquel que se deja soliviantar, bien por ignorancia, bien por omisión, bien por acción o porque ha perdido el camino que nos conduce hacia Dios o tal vez se le ha dejado arrastrar por el mundo, y olvida que si bien vivimos en el mundo, no somos los ciudadanos del mundo, somos los ciudadanos del cielo, celestiales, hijos de Dios y herederos de la promesa de la vida eterna en el cielo.

Pero que hacemos alguno de nosotros: llega la Navidad y nos preocupamos más por los regalos, las fiestas, por el comer, el beber, la buena vestimenta, el quedar bien con los demás, la satisfacción de nuestro ego y de otros que nos rodean (hijos, esposa, madre, hermanos etc.). Eso no es vivir la Navidad, ni siquiera llega a la categoría de celebración de la Navidad. Este tiempo como ya he dicho anteriormente nos debe motivar a reflexionar sobre el papel y función que como seres humanos hemos cumplido hasta la fecha en nuestra familia, en la sociedad, en la iglesia, en la academia, en el trabajo, el lugar es, momentos y situaciones en los cuales nos ha tocado vivir y que desafortunadamente no hemos estado a la altura de los compromisos y problemas que se nos han presentado. El nacimiento del señor es una magnífica oportunidad para evidenciar nuestro amor al prójimo, el ejercicio de la caridad cristiana, el compartir con he necesitado, el momento de perdonar y de ser perdonados, el momento de la reflexión positiva, el propósito de enmienda, el deseo y voluntad de un cambio sincero hacia la mejor, de una transformación interior que nos permita utilizar el discernimiento que Dios nos dio para que efectivamente elijamos y practiquemos la bondad, el altruismo, la solidaridad, el amor al prójimo y el amor a Dios por encima de todas las cosas. Ofrezco mis excusas si he sido desmesurado al momento de expresar lo que siento respecto de esas actitudes que la mayoría asume no solamente en tiempos de Navidad sino en otros verbigracia: la semana mayor o semana santa y todos aquellos días o estaciones o etapas a las cuales se les atribuye una significación especial, bien desde el punto de vista sociológico, político, económico, religioso etc. El corolario de estas reflexiones apunta a concluir que es más importante vivir el momento, la situación, el hecho o la circunstancia, que celebrarlo o festejarlo.

Tengo a bien acompañar este artículo con una presentación multimedia que se refiere precisamente a " VIVIR LA NAVIDAD " y que gentilmente me enviaron mis amigos y amigas cibernautas y que aspiro con todo mi corazón que les alegre el deseo que traduzco en estas reflexiones para que Dios y la virgen madre María les depare una excelente Navidad y que esta evidencie nuestros propósitos de reiterar la bondad que existe en nosotros, todo ello en beneficio de un mejor mundo y de una humanidad más justa, más humana, más equilibrada y más feliz. Finalmente les deseo a todos y toda una feliz Navidad y un año 2008 sobresaturado de bendiciones espirituales y materiales. Amén y amén....

domingo, noviembre 25, 2007