lunes, enero 14, 2008

Riqueza,el Dinero,la Pobreza y la Esclavitud: ¿ Cual es tu Dios ? por Prof.Dr. Mervy Enrique González Fuenmayor

Riqueza, el Dinero, la Pobreza y la Esclavitud:

¿Cuál es tu Dios?

Por Mervy Enrique González Fuenmayor

- Domingo, dieciocho de febrero de dos mil siete -

Maracaibo – Estado Zulia – República de Venezuela – América del Sur

A estas horas de la madrugada, me he levantado de mi lecho, pues el sueño no había logrado vencer el cansancio que me agotaba en virtud del esfuerzo realizado durante todo el día. Algunos pensamientos giraban en mi mente, sueltos... volátiles... sin forma alguna. Por más que quise concentrarme en la búsqueda del necesitado sueño, algo no dejaba que durmiera, entonces me dije: " que será lo que mi señor, a través del espíritu santo me informa que haga... ". Inmediatamente elevé una oración al cielo; la cual me fue respondida en el sentido de poner manos en el arado y desarrollar de manera sistemática y organizada este conjunto de pensamientos relativos a la riqueza, a la pobreza, al dinero, a la esclavitud y a la subordinación que particularmente hemos decidido practicar y ejercer respecto a Dios. Es decir ¿a que Dios le servimos? ¿Hemos centrado nuestra vida en el dinero? ¿ Nos hemos limitado a trabajar para simplemente amontonar riquezas?¿Qué hemos hecho con esta riqueza acumulada y con ese dinero que abundantemente hemos logrado reunir?¿Eres tú acaso, de esas personas, a quienes sólo le interesan el trabajo como medio de atesorar fortunas, bienes materiales, placeres, bienestar y con secuencialmente prestigio fama y nombre?¿Has sido lo suficientemente solidario con tu prójimo, compartiendo siquiera una minúscula parte de tu riquezas?¿Acaso que afanas tanto, que no has meditado que el señor nos dice: " a cada día le bastan sus afanes" y que por efecto de esta palabra, poco importa ese afanamiento, ya que nuestra fragilidad es tal que no tenemos ningún control sobre nuestro futuro , ni sobre nuestro presente y que nuestros cabellos están precisa y absolutamente contados y que no somos capaces de añadir un solo cabello a nuestra cabellera, como tampoco añadir ni siquiera un centímetro a nuestra estatura, por lo cual de que me vale afanarme si todo lo puedo en Cristo que me fortalece?¿Le tienen miedo acaso la pobreza? ¿Tal vez, y sólo tal vez, no habrás pensado que de alguna forma tu pobreza es dramáticamente peor, que la pobreza material en la que viven la mayoría de la población de este planeta tierra?¡Qué tipo de pobreza tienes: espiritual, familia, conyugal, social etc.? ¿ No te has paseado por la idea de que la pobreza a la que se refiere nuestra santa Biblia, incluso los científicos sociales y los científicos en general, no se circunscribe únicamente a la material, a la carencia de bienes , fortuna, dinero, riquezas, etc. ? Soy de las personas que piensa categóricamente que el dinero lo es todo en la vida y que poseerlo puedo también poseer la felicidad plena y que la tragedia, la tribulación y la calamidad no entrará a mi casa, por qué poseo mucho dinero?¿Y qué decir de la esclavitud... generalmente creemos que la esclavitud es la posesión que ejerce un ser humano sobre otro, al cual le da instrucciones, lo explota, lo domina, lo sojuzga y lo considera meramente una cosa que puede vender, alquilar incluso modificar, golpear y destruir? ¿Existirá otro tipo de esclavitud... como aquella que no es abierta... que no es formal y que se vincula generalmente con la subordinación de nuestras actitudes, de nuestros deseos, de nuestra disposición a objetos, situaciones o posiciones dentro de la sociedad, o tal vez la subordinación vaya enrumbada hacia otros aspectos del mundo terreno, tales como el sexo, las drogas, el poder, la posición social, el prestigio, el reconocimiento de los demás, la pseudodignificación de nuestra persona y de nuestra actividad, en fin podríamos preguntarnos:... a quien o aquí cosa, circunstancia situación o aspecto le soy esclavo?

El lector que ha venido siguiendo las crónicas, ensayos o simplemente reflexiones plasmados en diversos medios de comunicación, ya tiene una percepción--- con seguridad---- del objeto central y de párrafos posteriores, de este artículo. Esa percepción deviene del conjunto de interrogantes con las que hemos iniciado el presente monólogo o conversación con los amigos invisibles de la lectura. Es lógico que ocurra así, es la curiosidad pierde ser humano y el reconocimiento de si mismo en lo que ve, escucha o leé. De allí que dándole la razón, es imperativo que afirme que efectivamente nuestro mundo, la sociedad y la humanidad desarrollan su ciclo existencial alrededor de estos temas que hemos seleccionado para compartir. El tema de la riqueza es de la cotidianidad, es centro de conversación en todos los lugares, en todas horas y en todo tipo de personas: en los pobres porque no la tienen y en los ricos porque no quieren perderla o simplemente desean mantenerla y aumentarla. Pero aunque la mayor parte de esa humanidad sufrida invierta muchísimo tiempo en diseñar medios y métodos para acceder a esa riqueza, responsablemente habría afirmarse--- para desventura de muchos---- que la riqueza no es lo más importante en la vida de un ser humano y de alguien que se dice cristiano católico o simplemente una criatura de Dios y miembro del conglomerado social. La riqueza --y el tiempo, nos permite hacer esa afirmación dado el cúmulo de experiencias vividas y las situaciones que les tocó vivir a otros seres humanos--- constituye una provisionalidad y un mecanismo para proveerse de bienes, que van desde la buena educación, pasando por una buena vivienda, la disposición de contar con buenos servicios de salud, el confort, bienestar, el placer, pero no la felicidad y la alegría de poseer una vida en plenitud.

Respecto del dinero se puede decir que es un medio para adquirir cosas, bienes y servicios, pero en modo alguno te da la felicidad, aunque muchos de manera humorística afirmen que: “el dinero no es la felicidad, pero te acerca a ella”. Esta es una verdad a medias, o una mentira encubierta con una envoltura verdadera, ya que el dinero es un instrumento que la sociedad creó para intercambiar cosas, productos, etcétera, de tal manera que al satisfacer nuestras necesidades, pudiésemos también poseer bienes materiales en orden a nuestros requerimientos, y por supuesto a nuestros propios intereses, de modo que el dinero cumple un doble papel, es necesario para obtener las cosas que nos permiten vivir biológicamente (comida, medicamentos, vestuario, un techo donde guarecernos del clima, etc.) y también para cumplir nuestros “pequeños caprichitos”, como por ejemplo, tener un vehículo de último modelo, una casa de veraneo, una casa de playa, los lienzos pintados por los mejores artistas, unos buenos muebles, la colección de libros más costosa, la celebración de nuestros eventos familiares con parafernalia y lujos, “los quinceaños de la niña”, “el grado del querubín”, “la promoción a un cargo superior”, “las bodas de oro”, y hasta “el bautizo de agua de una muñeca”. Como puede verse, el dinero, no es tan bueno como creemos, porque en la última hipótesis reseñada, aquél es un mecanismo de exaltar y exacerbar esas áreas oscuras y grises de nuestra personalidad, como lo son: la soberbia, la prepotencia, la envidia, la codicia, la hipocresía, el culto a la personalidad y a los falsos valores, el amontonamiento de la “riqueza”, la ofensa al resto de la sociedad por el no compartir la fortuna con los menesterosos y demás desprotegidos, así como otras conductas y actitudes que si seguimos mencionando harán que ustedes y yo nos pongamos a llorar colectivamente pidiéndole perdón a Dios por todos los errores que hemos cometido.

A mayor abundamiento, presento un mensaje que recibí de uno de mis contactos (cuyo autor desconozco) en la super autopista de la información, que por su valor pedagógico y sus reflexiones positivas, serán de mucha ayuda para todos nosotros, aclarando que, por venir en formato de presentaciones multimedia, hubo que extraerlo del mismo, para que el artículo de mi autoría pudiera ser imprimible sin el dispendio que significa comprar un disco compacto para leerlo en esa modalidad:

UN MENSAJE PARA REFLEXIONAR

Tenemos casas más grandes, pero familias más chicas.

Tenemos más compromisos, pero menos tiempo.

Tenemos más medicinas, pero menos salud.

Hemos multiplicado nuestras fortunas, pero hemos reducido nuestros valores.

Hablamos mucho, amamos poco y odiamos demasiado.

Hemos llegado a la Luna y regresamos, pero tenemos problemas para cruzar la calle y conocer a nuestro vecino.

Hemos conquistado el espacio exterior pero no el interior.

Tenemos mayores ingresos, pero menos moral.

Estos son tiempos con más libertad, pero menos alegría.

Con más comida, pero menos nutrición.

Son días en los que llegan dos sueldos a casa, pero entran los divorcios.

Son tiempos de casas más lindas, pero más hogares rotos.

No guardes nada para una ocasión “especial”, porque cada día que vives es una ocasión especial.

Lee más, siéntate en la terraza y admira la vista sin fijarte en las malas hierbas;

Pasa más tiempo con tu familia y con tus amigos;

Come tu comida preferida; La vida es una sucesión de momentos para disfrutar, no es solo para sobrevivir.

No guardes tus copas de cristal; no guardes tu mejor perfume, úsalo cada vez que te den ganas de hacerlo.

Las frases "Uno de estos días", "Algún día", quítalas de tu vocabulario.

Escribamos aquella carta que pensábamos escribir "Uno de estos días".

Digamos hoy a nuestros familiares y amigos, cuanto los queremos.

Por eso no retardes nada que agregue risa y alegría en tu vida.

Cada día, hora, minuto, es especial.

Me voy a permitir traer a colación unos fragmentos que serán de valiosa ayuda a los lectores, que tienen que ver con el afán de los seres humanos de “esforzarse para tener algo”, y lo inútil que esto resulta cuando no vinculamos ese esfuerzo a solidarizamos con el prójimo, con la humanidad y con el bien común. Del mismo modo lo que transcribiremos nos enseñará que nadie se ha empobrecido por ayudar a otros, y que la generosidad siempre será recompensada tanto en lo terrenal como en lo espiritual; ya el Señor nos dice en su Palabra que cualquiera que provea a estos pequeños, viudas, ancianos y menesterosos de lo que necesitan, no quedará sin recompensa, ya que el Padre que está en los Cielos le multiplicará el ciento por uno, asimismo la Palabra nos dice que el Señor recompensará con medida suficiente, abundante, sobre abundante y remecida. Así es el Señor, no se deja ganar en generosidad, por cada uno que tú le das Él te devuelve un mínimo de cien y por si fuera poco, le añade medida abundante, sobre abundante y remecida. En otras palabras, el Señor sobreabunda en la recompensa, porque podrás recibir cien, mil o cualquier cantidad que se extienda al infinito. Pasemos entonces a parafrasear esos fragmentos:

11

"Nadie ha empobrecido por ayudar a los seres humanos.

Quien cae en la miseria culpa al derroche y al despilfarro.

La generosidad del que siembra el bien se ve recompensada.

Y es que Dios ama al que da con alegría.

El corazón generoso no se arruina.

La persona dadivosa ve florecer su generosidad.

Da, colabora, participa, comparte y verás muy merecida tu fortuna.

O al menos da lo que te sobra que es más de lo que tu apego te hace ver.

10

Las cosas son para el ser humano no el ser humano para las cosas.

Nada de cuánto tienes, nada por lo que luchas debe esclavizar tu mente y libertad.

Se puede ser esclavo igual que un pajarillo enjaulado o un barco de recreo.

Es el corazón el que se apega y gira al son de lo que amamos.

Despréndete de vez en cuando de aquello que se te antoja.

Te sentirás más libre y más seguro.”

(José Luís Gago de Val. Sabiduría de la Vida. Caracas Venezuela. Ediciones Paulinas. Año 1998. p 16-17)

No obstante que antes de la transcripción ya habíamos reflexionado sobre el contenido de ésta, es necesario que se adicione que el ser humano en ese afán por poseer y amontonar riquezas olvida una gran verdad, relacionada con la circunstancia de que al morir nada se llevará, se marchará sin equipaje alguno, su único patrimonio estará integrado por sus obras, por su amor a Dios y por su amor al prójimo, éstas son tres de las metas y objetivos que el ser humano debe cumplir en su ciclo de vida para poder aspirar a la vida eterna que nos garantiza la presencia junto a Dios, así como una vida en plenitud, sin enfermedad, sin dolores, sin penas, sin tristezas y en alegría, paz y armonía con todos los que conviven y cohabitan en el Reino de los Cielos. En otro orden de ideas, la transcripción anterior nos orienta a que seamos solidarios y a desprendernos de todas las cosas que no solamente no necesitamos, sino de aquellas que necesitándolas pudiéramos dar a otros que las necesitan con mayor urgencia que nosotros, porque de ellas depende su vida y no la nuestra, son cosas que aunque nos presten alguna función, de ellas no depende nuestra subsistencia y que únicamente constituyen agregados, complementos o accesorios para hacer nuestra vida “feliz”.

Cuando practicamos el bien y compartimos lo que tenemos con el otro, seguramente que nos vamos a sentir más seguros y libres, y acataremos lo que para un buen cristiano es la excelencia: “Amar a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo”. En esta sentencia es conveniente recordar que un amigo es aquel que es capaz de dar la vida por otro amigo, y que por este razonamiento nuestro Señor Jesucristo dijo a sus apóstoles: “de aquí en adelante ya no les llamaré mis siervos, sino serán mis amigos”. En este aspecto, Jesús se revela en su condición de Mesías y Salvador, porque como hermano y amigo que es nuestro, DIO SU VIDA PARA SALVARNOS, no le importó sufrir una muerte de cruz en la más completa soledad y escarnio humano para ofrecerse como víctima de la propiciación. Además ¿Quién se ha empobrecido por ayudar a otro?: Nadie. Generalmente la pobreza de los seres humanos, desde el punto de vista material es causada por su propia decisión, quien no estudió ¿Cómo aspira graduarse si el requisito fundamental es un estudio previo?; quien quiera mantenerse rico y no hace que esta riqueza se multiplique y la despilfarra, obviamente caerá en la pobreza; quien aspira casarse, pero no busca novia para ello, y por el contrario salta de brazo en brazo para satisfacer sus deseos sexuales, no podrá culpar ni a Dios ni a la sociedad, cuando llegado a sus cincuenta años esté enfermo, sin dinero y sin una esposa que pueda darle buenos cuidados en esa situación. Quien no cuida lo mucho, también perderá lo poco que tiene. De manera que el texto transcrito es aleccionador, y quien no quiera decodificarlo en este sentido, ha perdido su tiempo en leer estas reflexiones.

El corazón generoso nunca se empobrece, porque sus acciones son bálsamo para su cuerpo y música para su oído, ya Jesucristo lo afirmó hace más de dos mil años: “Recibe más gracia y alegría quien da, que aquel que recibe”. Un economista diría – Y ello lo comparto, en el sentido humorístico- “es un gran negocio dar antes que recibir”, porque si con ello me siento alegre, libre y seguro y además el Señor me da por dada acción buena realizada cien o más de regreso, entonces matemáticamente hablando “es bueno hacer negocios con Dios”. Esto naturalmente va destinado a quienes ven en todo lo que hacen, dicen o piensan el aspecto económico o la ganancia, como decía un viejo profesor nuestro en la muy Ilustre Universidad del Zulia, la filosofía del ganar-ganar. De allí que, quienes colaboran, ayudan y participan en las nobles y justas causas de la sociedad y realizan aportes para el mantenimiento y expansión de instituciones vinculadas con el bien común, verbigracia la lucha contra el cáncer, la recuperación de personas con SIDA, los asilos de ancianos y enfermos, no sólo se sienten bien y alegres, sino que su fortuna es merecida y además compartida y proyectada hacia la multiplicación, por las razones que hemos anotado. Ello excluye a quienes dan de lo que les sobra y con el ánimo de recibir lo que han dado, pues así actúan y actuaron los fariseos. Tal y como dice Jesucristo en los Evangelios narrados por los apóstoles: “¿Qué hay de extraordinario en dar de lo que te sobra y en dar a quien te devuelve?” “¿Qué de bueno hay en prestar si esperas a cambio el pago de ese préstamo?”; entonces no eres buen cristiano, eres simplemente alguien que presta su dinero para recibir ganancia, pero no puedes pretender que se te incluya en la noción del buen cristiano al cual venimos aludiendo. Acordémonos en este momento del episodio de la viuda y de las ofrendas; allí en la palabra del Señor, este episodio se conecta con el momento en el cual dentro de la celebración llegó la oportunidad según el rito de hacer las ofrendas a Dios, entonces algunos dieron de lo que les sobró, otros no dieron y la viuda dio las últimas monedas que le quedaban, y en esta parábola Jesús le preguntó a sus discípulos que quién había hecho la voluntad de Dios; la respuesta fue y sigue siendo obvia: la viuda, que sin importarle que iba a quedar absolutamente sin dinero, dio lo poco que le quedaba. Ello habla de una verdadera creyente y de una fe a toda prueba, si por éste entendemos la certeza de lo que no se ve y la seguridad de que Dios proveerá esas carencias, ya que Él, como hemos repetido hasta el cansancio es omnipresente, omnisciente y omnipotente. Finalmente en este párrafo diremos que: “Tu fe y tu Dios está donde tú tengas tu tesoro. Si tu tesoro es el dinero, tu dios será el dinero. Si tu tesoro está en la justicia y la verdad, entonces tu dios será la justicia y la verdad, en definitiva, el mismo Dios.

Por si no bastase lo anterior, y con la licencia que los preocupados lectores me puedan ofrecer, transcribo como un aporte de un laico comprometido con su Santa Iglesia Católica, un fragmento del Evangelio según san Lucas, Capítulo 6, versículos 36 al 38, el cual fue leído y degustado en nuestras iglesias el domingo 18 de febrero de 2007 correspondiente al domingo VII del tiempo ordinario/c de la liturgia católica:

27. «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien,

28. bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen.

29. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica.

30. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames.

31. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente.

32. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman.

33. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto!

34. Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.

35. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.

36. «Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.

37. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados.

38. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá.»

Este Evangelio refleja en gran medida y fortalece las apreciaciones anteriores que nos orientan a vivir según la palabra de Dios, con la seguridad, de que si así lo hiciésemos, el Señor nos inscribirá en el Libro de la Vida, y por efecto de esta inscripción nos honraremos de gozar y disfrutar de las delicias que ningún ojo humano ha visto ni ningún oído ha escuchado en las mansiones celestiales que Dios tiene preparadas para ti y para los que le sirven.

Ahora me permitiré transcribir dos fragmentos extraídos del libro: Buenas Noticias para Cada Día, cuyo autor es el sacerdote jesuita Juan Miguel Ganuza (Caracas Venezuela. Ediciones Paulinas. 1993 p 141-143).

NO AMONTONES RIQUEZAS

1. TEXTO MATEO 6, 19-24 [también puede concordarse con Lucas 12, 33-34]. Dejen de amontonar riquezas en la tierra, donde la polilla y el gusano las echan a perder donde los ladrones fuerzan la entrada y roban. En cambio, acumulen riquezas en el cielo, donde ni la polilla ni el gusano las echan a perder, donde los ladrones no fuerzan la entrada ni roban. Porque donde tengas tu tesoro, tendrás tu corazón. La generosidad da el valor a la persona. Si eres desprendido toda tu persona vale; en cambio si eres tacaño, toda tu persona es miserable. ¿Y que pasará si la luz que tienes dentro se ha vuelto oscuridad? Que oscuro vas a quedar.

2. REFLEXIÓN: A los que han elegido ser pobres, a los que buscan el reino de Dios, no les conviene recargarse de riquezas en este mundo. Su riqueza debe ser el mismo Dios y el premio que les dará por su generosidad. Nuestros verdaderos valores están en nuestro corazón. El reino de Dios no nos interesará si nuestro corazón está solo interesado en la riqueza. Lo contrario a este acumular riquezas es saber compartir, ser generoso con los necesitados. La mayor miseria del hombre es reducir su corazón a las cosas materiales. Un hombre es grande cuando da sin condiciones, cuando se da. Los limpios de corazón, los que tienen su conciencia iluminada por la luz del evangelio saben que tienen que a arrojar el lastre para navegar ligeros y seguros por el mar de las tormentas de este mundo.

3. RESPUESTA Y COMPROMISO: el Espíritu Santo siempre incita a las comunidades cristianas al mutuo compartir, no a amontonar las riquezas. Ser generosos es ser como Dios nuestro padre. ¿no aparece él, con demasiada frecuencia como derrochador, despilfarrador? A veces acumulamos otra riquezas que no son oro o plata o mercancías sino talento, preparación profesional, valores intelectuales. Se las aprecia generalmente más que a la misma plata. Si no las utilizamos en bien de los demás, en particular de los más pobres, si no hacemos de ellas el uso debido en función del servicio, estamos malbaratando nuestra vida, y nos alejamos cada vez más del reino de Dios. Acaso no nos lo reproche nuestra conciencia, pues la propia soberbia y el egoísmo han convertido en luz lo que dentro es oscuridad. ¡Qué miseria tan grande, que oscuridad! como dice el evangelio. Examinemos, pues, con sinceridad nuestro corazón para ver donde encuentra su tesoro”.

En anteriores párrafos habíamos expresado nuestra opinión y criterio en relación con el proceso que algunas personas practican comúnmente relativo al amontonamiento de la riqueza, y aquí es pertinente señalar que quien acumula dinero y riquezas lo que hace es atesorar, pero no disfruta, ya que esta acción solamente puede ser manifestada en los casos en los cuales el rico hace girar la riqueza en la inversión, pero no meramente en la inversión económica para reproducir la riqueza, sino una inversión que particularmente he dado en llamar la “inversión social y espiritual”. Social, porque le permite al individuo el cumplimiento de metas supremas, que tienen que ver con el altruismo, la solidaridad, la justicia social, en otras palabras, el ejercicio de las virtudes teologales, como la caridad, el bien común, la piedad, la misericordia y el amor al prójimo. Es así como la riqueza cumple su función. Hay un error en aquellos que piensan que por la sola condición de ser rico se veda el acceso al cielo. Esta opinión no es correcta, puesto que lo que el Señor quiere de nosotros no es que seamos depauperados, de una pobreza extrema o miserable; el Señor nos quiere prósperos, lo que ocurre es que la riqueza al ser mal administrada, como por ejemplo, si se la pone al servicio de la prostitución, de las drogas, del alcohol, del poder, de la explotación del hombre por el hombre, obviamente generará deterioro social en quien la posee, acompañado del deterioro espiritual. Es así que no es pecado ser rico, sino lo que hagamos con esa riqueza.

Inversión espiritual de la riqueza en el sentido de que, si el rico utiliza la riqueza para trascender, es decir, el empleo de la riqueza como una herramienta no solamente para satisfacer las necesidades del rico, sino para compartirla en beneficio también de los otros, en esa medida está abonando espiritualmente a la causa de su propia salvación. Esa razón hace de nuestro disentimiento una crítica a quienes como ya he dicho suponen que ser rico es malo, y que la riqueza trae tragedia, culpa y deterioro a quien la detenta y a su familia. Ello no pasa de ser una argumentación manida por intermedio de la cual “unos pocos vivitos quieren ser ricos ellos solamente adoctrinando a los pobres para que sean más pobres”, ya que según esa falacia “mientras más pobre seas, más oportunidades tienes de ganar el Reino”. Ello se ha traducido incluso en confundir a los más débiles y desprotegidos en cuanto a la noción y significado del término humildad, al pretender hacer sinonimia o que posean el mismo significado la humildad y la pobreza, lo cual no es cierto; se puede ser pobre y no humilde, y humilde pero no pobre; ya que la pobreza es una condición, y la humildad es una actitud. Ejemplo de esto es lo que el refranero popular y el folclore ha puesto de relieve cuando se dice que hay pobres de los que se espera lo sean toda la vida, porque no tienen humildad; de tener riqueza serían el ejemplo perfecto de la negación del evangelio, de la justicia y la caridad. En cambio hay gente rica que poseyendo gran cantidad de bienes materiales, no obstante son humildes, porque aplican los principios de equidad, justicia e igualdad y además ejercen la caridad, el amor al prójimo y la práctica del virtuosismo.

En el orden en que se vienen desarrollando estas tesis reflexivas, a continuación se reproducirá el segundo texto del sacerdote Juan Miguel Ganuza que tiene que ver con el servicio a dos señores, y que bien sabemos acerca de la imposibilidad de esta postura. El pueblo expresa en términos muy sencillos y lacónicos proposiciones filosóficas de gran trascendencia, y a veces lo hace de manera humorística, de allí que es fácil escuchar en cualquier país del mundo, y en cualquier idioma que “quien pretenda asar dos conejos al mismo tiempo, lo más probable es que ambos o al menos uno se le quemará”. Esta aseveración es emblemática, es un signo que evidencia que hasta en las cuestiones más sencillas no se pueden realizar dos acciones al mismo tiempo, como no se puede tampoco amar y odiar al mismo tiempo, no se puede servir a dos señores al mismo tiempo. Sobre esto volveremos después que citemos el fragmento, bastando por ahora que afirmemos que usted amigo lector, amiga lectora, no puede estar bien con Dios y con el Diablo, ni mucho menos, para salvarse de las dificultades del mundo y de la vida pretender, como dicen en mi país “hacerse el musiú” o “hacerse el willy” para denotar con esto que usted no se mete ni con los del gobierno ni con la oposición, o para los más “listos”: “un ratico con el gobierno y otro con la revolución”. Esta última posición todavía es más censurable que las que asumen aquellos que pretenden servir a dos señores, porque a ellos se refirió Jesucristo como los tibios en su fe, pendiendo sobre ellos una sentencia, que tiene que ver con su expulsión del Reino, si es que logran llegar a él. Pero veamos de qué se trata este fragmento

NO SE PUEDE ESTAR AL SERVICIO DE DOS SEÑORES

1. TEXTO MATEO 6, 24-34 (lC 16,13; 12, 22-31). Nadie puede estar al servicio de dos amos, porque aborrecerá a al uno y querrá al otro; o bien se apegará al uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al dinero. Por eso les digo: no anden preocupados por la vida pensando que irán a comer o beber, ni con el cuerpo, pensando con que se van a vestir. ¿No vale la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Fíjense en los pájaros: ni siembran ni cosechan, ni guardan en almacenes; y, sin embargo, su Padre celestial los alimenta ¿no valen ustedes mucho más que ellos? Y, ¿quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, podrá añadir una sola hora a su vida? Y, ¿por qué se preocupan por el vestido? Dense cuenta de cómo crecen los lirios del campo, y no trabajaban ni tejen. Y les digo, que ni Salomón en todo su lujo, estaba vestido como cualquiera de ellos. Pues si a la hierba que hoy está en el campo, y mañana se quema en el horno, la viste Dios así,¿no hará mucho más por ustedes, gente de poca fe? Por eso, no anden preocupados, pensando qué van a comer, o qué van a beber, o con qué se van a vestir. Son los paganos quienes ponen su afán en todas estas cosas: ya sabe su Padre del cielo que tienen necesidad de todo eso. Busquen primero que reine su justicia y todo lo demás se le dará por añadidura .Total, que no se preocupen por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le bastan sus problemas.

2. REFLEXIÓN: el seguidor de Jesús, el que ha elegido el camino de las Bienaventuranzas no debe estar obsesionado por las cosas materiales. Debe arriesgarse por el reino, no anclarse en la seguridad. En el Antiguo Testamento había que elegir entre Dios, YAHVÉH, y los falsos ídolos. Jesús afirma que la plata es el falso dios, que, con el pretexto de la felicidad y de la seguridad, nos aleja del servicio de Dios, y de los hermanos. Hay que escoger entre Dios y el dinero. Sus discípulos deben buscar primero el reino de Dios y su justicia, el reino de la justicia y de la paz. El servicio del reino por medio de la evangelización y la promoción de la justicia nos puede pedir grandes sacrificios de tiempo, de plata, de la misma vida. El padre no abandona sin embargo a sus hijos, y proveerá con suficiencia como provee con magnificencia a plantas y animales.

3. RESPUESTA Y COMPROMISO: el seguimiento de Jesús exige hombres y mujeres libres, hombres y mujeres dispuestos a dar la vida. No es que tengamos que estar mano sobre mano esperando el maná del cielo, pues para eso nos dio Dios brazos y manos para ganar nuestro sustento y el de los nuestros, el pan de cada día. San Pablo escribía a sus cristianos de Tesalónica que todos debían trabajar con tranquilidad, que no hubiera nadie que no hiciera nada, y que él quien no trabaje no coma. Pero nuestro servicio es al reino y no a la plata; y el afán de buscarla, para asegurarnos, para instalarnos, se opone a la disponibilidad, al servicio del hombre y del evangelio. Jesús acaba su instrucción con el gran consejo que la resume: hay que vivir el o hoy, el presente. Sin la angustia del mañana. ¿vivimos ésa enseñanza de Jesús o la creemos irreal, utópica?¿No amontonamos, no almacenamos, con el pretexto del servicio a Dios y a los hombres?”.

Son muchísimas las reflexiones, comentarios y conclusiones que podemos extraer del texto transcrito que se refiere al evangelio según San Mateo y cuyo contenido expresa la dificultad, que es, propiamente dicha, imposibilidad, de servir a dos amos o señores. De igual manera las apreciaciones que el autor hace en el libro nombrado, bajo los rótulos de: 1.-Reflexión y 2.-Respuesta y compromiso, son contundentes para aseverar que efectivamente no podemos servirle a dos señores y esto se compagina perfectamente con una verdad que desde el punto de vista científico es incuestionable: no pueden realizarse dos actos o cosas al mismo tiempo, las ciencias que estudian el comportamiento humano y las otras que estudian el funcionamiento de nuestro cerebro, de nuestra mente y de nuestras actitudes, han concluido en expresar que estamos diseñados entre comillas, para realizar una sola cosa a la vez. De allí que la afirmación bíblica resulta -si es que ello es plausible - corroborada por el conocimiento científico que hemos anotado. Pero regresando al tema que venimos tratando, esas dos dimensiones amatorias o de subordinación para con nuestro Rey o Señor de señores, son irreconciliables, por lo menos desde el punto de vista espiritual. Es posible que en lo terrenal tengamos dos jefes en nuestro trabajo, nuestro supervisor inmediato y el gerente de la compañía: a ambos le debemos obediencia, pero lo que sí es seguro es que el gerente, que es la persona en la cual reposa el mayor grado jerárquico de administración y representación en la empresa, es al que le debemos toda nuestra fidelidad, lealtad y subordinación. No se debe pretender querer apoyar a nuestro supervisor, porque es nuestro jefe inmediato, cuando éste ha cometido una falta grave dentro de la empresa, y que se la ocultemos al gerente, que es en definitiva el máximo jefe. En este caso si actuamos esa manera, estaríamos aborreciendo al gerente y premiando al supervisor, en virtud bien de esa relación de subordinación inmediata o porque probablemente nuestros lazos de amistad y afecto son más complejos y profundos con nuestro supervisor que con el gerente. Allí se explica de manera clara esa imposibilidad.

Entonces es de Perogrullo reiterar que es imposible que se pueda servir a dos señores, desde el punto de vista espiritual existe el bien y el mal. El ser humano no puede pasar "agachado" y “hacerse el loco” (expresión que en Venezuela, mi país de origen, equivale a pasar desapercibido), para no evidenciar con su conducta y sus actitudes su adhesión a uno de esos dos reyes: al rey del mal o al rey del bien. Consecuencia de esa postura -y esto es triste reconocerlo - es la existencia de grupos grandes en su número, de seres humanos que toda su vida la han dejado transcurrir, sin tomar partido ni posición frente a las realidades que la existencia les ha exigido. No quieren tener problemas con nadie, afirman ellos, quieren tener una vida alejada de las preocupaciones, de cualquier situación que altere la comodidad, seguridad y bienestar suyo y el de su familia, son como seres fantasmales, que uno sabe que existen porque de vez en cuando y sólo de vez en cuando, aparecen, no precisamente para solucionar problemas, sino para distraernos de la solución de los mismos. Son los especimenes más cobardes de de la raza humana; ya Jesucristo nos habló de ellos, cuando estuvo entre nosotros, son los tibios de la fe, no quieren la paz pero tampoco la guerra, no opinan, no disciernen, no lavan ni dejan lavar, para ellos Jesús dictó una sentencia: si por alguna casualidad pudiesen acceder al reino serán vomitados del mismo. Luego si es ésta nuestra manera de vivir, debemos inmediatamente cambiarla, ya que nadie puede permanecer aislado frente a las realidades difíciles, trágicas y calamitosas que seguramente aparecerán frente a nuestras narices.

El evangelio que estamos comentando, también es bien claro, cuando afirma que la circunstancia de que expongamos nuestra tranquilidad, nuestro reposo, nuestro bienestar incluso nuestra vida en favor de los menesterosos, de los que nada tienen, de los que sufren, no traerá consecuencias mayores a aquellas que se pudieran concretar si no elegimos el camino del bien y de la solidaridad y le sirvamos al rey del bien excluyendo al rey del mal, consecuencia que sería la pérdida de nuestra alma y de la vida eterna. Es preferible mil veces morir si fuera el caso por un acto de bondad que hacerlo en el ejercicio de un acto de maldad. Para esta última hipótesis la sanción es la muerte y la condenación eterna. Para lo otro la recompensa es la vida eterna, la mansión celestial que Dios nos tiene preparado para el momento de nuestra partida y la etapa en la cual ya la enfermedad no existirá jamás, no habrá más dolor, penas, tristeza, muerte, angustias, sufrimientos, en cambio tendremos alegría, salud, riqueza en abundancia, vida eterna, paz infinita, el encuentro con todos nuestros seres queridos, pero también con los que fueron nuestros enemigos ya reconciliados y perdonados, para vivir armónica, equilibrada y pacíficamente con Dios, los ángeles, los santos, los mártires y todos lo que conforman el reino de Dios.

No voy a atiborrarte con cosas que ya conoces, así los pájaros ni siembran ni cosechan y sin embargo no les falta el alimento. Si nosotros somos la creación perfecta de Dios y Él nos ama con ese infinito amor, mostrándonos misericordia, su compasión, lentitud a la cólera y su riqueza en paciencia y perdón, ¿Entonces por qué nos preocupamos por esas cosas, si Dios sabe que las necesitamos y Él con certeza nos las proveerá? Dios es omnisciente -lo sabe todo -. Es también omnipresente -está presente en cualquier lugar y en todos los lugares al mismo tiempo - y omnipotente -lo puede todo -. Estas características y facultades de nuestro creador hacen que resulte imposible que algo o alguien pueda torcer sus órdenes y mandatos, sus deseos y proyectos y todo el plan de salvación que tiene para nosotros. Definitivamente el rey del mal pierde como perdió en el principio, y está condenado a la muerte eterna.

Lo que sucede amigo y amiga lectora, es que no tenemos una verdadera fe dinámica, que es aquella que nos da la seguridad y la certeza en lo que se tiene, pero no se ve. Permítame reforzar hasta la enésima oportunidad, esta aseveración que no es original ni nueva y que se encuentra en el Sagrado Libro, referida al dogma, a las verdades absolutas, las que no admiten discusión, las que la ciencia no puede explicar y que solamente a través de la fe y de la creencia en Dios y el discernimiento del Espíritu Santo pueden entenderse, comprenderse y aplicarse. Dice también la escritura sagrada que la duda mata la fe, para llegar a conocer a Dios tenemos que doblar nuestra cerviz y reconocer que Dios es nuestro dueño y Señor, nuestro Creador, el Autor de nuestra vida, nuestro Salvador, el único camino para salvación eterna, de otro modo nuestra existencia estará siempre en la picota de la muerte y pérdida de nuestra alma, si no reconocemos lo anterior, la tentación que es el mecanismo que utiliza el padre de la mentira, terminará haciéndonos sucumbir ante el mal, en el día de hoy manifestado en la filosofía, en el poder que te brinda el dinero, la política, el prestigio, la posición social, la posición económica, la posición académica, la fama, etc.

Como obsequio a nuestros consecuentes lectores, tengo a bien adicionar la presentación de un mensaje que uno de mis amigos de la Red me remitió y que tiene que ver con esa fe, tan necesaria para poder mantenernos en el camino de la integridad, autenticidad y justicia.

TENER FE

Tener fe es ACEPTAR los designios de Dios aunque no los entendamos, aunque no nos gusten. Si tuviéramos la capacidad de ver el fin desde el principio tal como Él lo ve, entonces podríamos saber por qué a veces conduce nuestra vida por sendas extrañas y contrarias a nuestra razón y a nuestros deseos.

Tener fe es DAR cuando no tenemos, cuando nosotros mismos necesitamos. La fe siempre saca algo valioso de lo aparentemente inexistente; puede hacer que brille el tesoro de la generosidad en medio de la pobreza y el desamparo, llenando de gratitud al que recibe y al que da.

Tener fe es CREER cuando resulta más fácil recurrir a la duda. Si la llama de la confianza en algo mejor se extingue en nosotros, entonces ya no queda más remedio que entregarse al desánimo. La creencia en nuestras bondades, posibilidades y talentos, tanto como en los de nuestros semejantes, es la energía que mueve la vida hacia grandes derroteros.

Tener fe es GUIAR nuestra vida no con la vista, sino con el corazón. La razón necesita muchas evidencias para arriesgarse, el corazón necesita sólo un rayo de esperanza. Las cosas más bellas y grandes que la vida nos regala no se pueden ver, ni siquiera palpar, sólo se pueden acariciar con el espíritu.

Tener fe es LEVANTARSE cuando se ha caído. Los reveses y fracasos en cualquier área de la vida nos entristecen, pero es más triste quedarse lamentándose en el frío suelo de la autocompasión, atrapado por la frustración y la amargura.

Tener fe es ARRIESGAR todo a cambio de un sueño, de un amor, de un ideal. Nada de lo que merece la pena en esta vida puede lograrse sin esa dosis de sacrificio que implica desprenderse de algo o de alguien, a fin de adquirir eso que mejore nuestro propio mundo y el de los demás.

Tener fe es VER positivamente hacia adelante, no importa cuan incierto parezca el futuro o cuan doloroso el pasado. Quien tiene fe hace del hoy un fundamento del mañana y trata de vivirlo de tal manera que cuando sea parte de su pasado, pueda verlo como un grato recuerdo.

Tener fe es CONFIAR, pero confiar no sólo en las cosas, sino en lo que es más importante... en las personas. Muchos confían en lo material, pero viven relaciones huecas con sus semejantes. Cierto que siempre habrá gente que te lastime y traicione tu confianza, así que lo que tienes que hacer es seguir confiando y sólo ser más cuidadoso con aquél en quien confías dos veces.

Tener fe es BUSCAR lo imposible: sonreír cuando tus días se encuentran nublados y tus ojos se han secado de tanto llorar. Tener fe es no dejar nunca de desnudar tus labios con una sonrisa, ni siquiera cuando estés triste, porque nunca sabes cuando tu sonrisa puede dar luz y esperanza a la vida de alguien que se encuentre en peor situación que la tuya.

Tener fe es CONDUCIRSE por los caminos de la vida de la forma en que un niño toma la mano de su padre. Es que dejemos nuestros problemas en manos de DIOS y nos arrojemos a sus brazos antes que al abismo de la desesperación. Fe es que descansemos en él para que nos cargue, en vez de cargar nosotros nuestra propia colección de problemas.

QUE EN TU VIDA HAYA SUFICIENTE FE PARA AFRONTAR LAS SITUACIONES DIFÍCILES, JUNTO CON LA NECESARIA HUMILDAD PARA ACEPTAR LO QUE NO SE PUEDA CAMBIAR.

Este regalo que le hemos ofrecido a los lectores de este blog, y específicamente a los lectores de este artículo, lo consideramos como un aporte a la obligación que tenemos todos los cristianos católicos en la difusión de la palabra de Dios y el tratar de llevarla hasta el último confín de la tierra utilizando las vías de las que dispongamos. Y en esa presentación podemos limpiamente concluir que el camino que nos conduce a Dios y a su justicia es el camino de la fe en su palabra, en su hijo Jesucristo, en la Palabra de Dios que es La Biblia, en el decir de sus profetas, en sus instituciones como la Santa Iglesia Católica, la creencia y por supuesto la actitud de auxilio y ayuda nuestra en los sacerdotes, en los religiosos, en los hermanos, en los diáconos, en los laicos comprometidos con la Iglesia, en los movimientos de oración, en los grupos eclesiales, en la feligresía, y en todos aquellos que de alguna manera han trazado como principio y fin de sus vidas la difusión del reino de Dios. Por ello, y ya para finalizar, elevamos nuestra oración al Señor, con la intercesión de la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, que nos dé el discernimiento necesario, la unción del Espíritu Santo requerida, para que podamos destruir las flechas incendiarias que el padre de la mentira nos lanza continuamente, utilizando el escudo, la armazón de la Palabra de Dios, como refería San Pablo, de manera que esas flechas sean diluidas por la luz, el amor, la misericordia y la fuerza de Jesucristo, nuestro Señor. Amén y Amén.

miércoles, diciembre 26, 2007

CASOS Y COSAS DE LOS QUE LA GENTE PREFIERE NO HABLAR

Miércoles 26 de diciembre de 2007, 12:30 a.m. versión corregida 6y15pm

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia,
República de Venezuela, América del Sur
Por estos días la mayor parte de los seres humanos reproduce una conducta y actitud que no obstante su repetición, generalmente no deviene en resultado alguno y en otros casos dimanan en muy poco y en número ínfimo en verdaderas consecuencias y/o frutos . Ya el lector estará inquiriéndose acerca de cuáles serían estas conductas o actitudes si pluralizáramos el encabezamiento de este artículo.

Déjame manifestarte, amigo y amiga que me lees, que nosotros los seres humanos somos como lo afirmaba un gran amigo y desaparecido psiquiatra: “un gran costal de problemas”. Esta expresión de por sí erizará la piel de más de alguno de nuestros congéneres. Precisamente no debe ser de otro modo. Lo que ocurre es que preferimos no hablar de ciertos casos y de algunas cosas. Esta selección o preferencia generalmente se funda en nuestros temores, en la hipocresía, la baja autoestima y en algunos aspectos más generales: en nuestra errátil manera de ver y vivir la vida, aspectos en los cuales han tenido un papel preponderante las falsas creencias, una educación cargada de imperfecciones, una formación doméstica débil, y principalmente la ausencia de iniciativa del sujeto que actúa en el mundo de las relaciones interpersonales.

Solamente el azar y la aleatoriedad nos han servido para “imprimir de letras” este artículo, para tratar algunos de esos casos y cosas de las cuales preferimos no hablar. La primera de ellas es nuestra vanidad. A menudo actuamos como que si realmente estuviésemos exentos de cualquier tipo de vanidad. Ello no está más alejado de la realidad que el que afirma de que “dos más dos son cinco”. Para que nos demos cuenta de la fuerza de este aserto, veamos cómo se define la vanidad:

Vanidad. (Del lat. vanĭtas, -ātis).
1. f. Cualidad de vano1. 2. f. Arrogancia, presunción, envanecimiento. 3. f. Caducidad de las cosas de este mundo. 4. f. Palabra inútil o vana e insustancial. 5. f. Vana representación, ilusión o ficción de la fantasía. ajar la ~ de alguien. 1. loc. verb. coloq. Abatir su engreimiento y soberbia.

De las acepciones anteriores podemos colegir que todos los seres humanos somos vanidosos, aunque prefiramos no hablar de ello. Cada uno de nosotros utilizamos nuestra mente para vincularnos con la realidad, bien para modificarla, crearla o evadirla. Por ello la gente prefiere callar sus propias vanidades para no aparecer frente a la sociedad con el estigma de ser vanidoso o vanidosa, lo cual conduce a una verdadera patología, porque ¿Si por naturaleza somos vanidosos, ya que no podemos evadir realizar la representación, ilusión o ficción de la fantasía o de la realidad, cómo pretender aparecer en nuestras relaciones interpersonales como un sujeto inmaculado, perfecto, impoluto y libre de vanidad? Sí somos vanidosos, lo que es aconsejable es que esta vanidad en dosis razonables y prudentes no se reprima en estas categorías o se magnifique, puesto que en esas situaciones la vanidad se convierte en una enfermedad, y lo que es más grave, en una actitud que afecta nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro discernimiento, aspectos tales que nos alejan de la misericordia de Dios.

Otra área gris en nuestras relaciones con el prójimo se vincula con el grado de espiritualidad con el cual “manejamos” algunas estaciones y épocas del año, y hasta algunos asuntillos menores relativos a la convivencia familiar, doméstica o social. En este orden de ideas, y valga la época de Navidad y de fin de año que rige en estas fechas, la gente es muy dada a destacar e incluso dar lecciones de espiritualidad, paz, reconciliación y hasta algunos soñadores que pretenden reproducir aquello de que “si te dan en una mejilla, pon la otra, y si te dan en la otra, pon la frente”. Perdóneseme la ironía, pero no dejo de pensar en la apariencia del rostro de quien a sabiendas de que Fulano o Zutano es más materialista que Marx, Engels o Lenin, actúa en estas épocas como que si se tratase del verdadero Jesús de Nazareth personificado, y es así que deambulan por calles, avenidas, ciudades y hasta por países (si tuvieran recursos económicos para ello) pregonando “la paz, el amor, la reconciliación, la venida del Niño Dios, el juguete para el niño abandonado”.A otros los sorprenden escenificando un pesebre viviente en el cual si se les permitiera : elegirían ser el niño, ni siquiera San José o la Virgen María, ya que pertenecen al tipo de personas que gustan de ser “el novio en la boda, el graduando en la promoción, el niño en el bautizo, el conferenciante en la charla, pero jamás se atreverían a elegir ser el difunto en el velatorio”. Vanidades, Sancho… Vanidades.

Queda entonces develada la situación reinante en este siglo XXI que por lo poco que hemos visto de él es una mala repetición del siglo XX, con sus secuelas de vicios, transgresiones, desviaciones y con la amenaza parpadeante de la extinción de la raza humana. Aquella situación se materializa entre otras cosas en la hipocresía de jerarquizar el aspecto espiritual de la Navidad sobre el aspecto material que ellos cultivan con mucho esmero y con producción demostrada con dígitos que se dirigen al infinito; son los que hablan de la paz y del amor, del nacimiento del Mesías, pero que en la fiesta de Navidad no recuerdan que el homenajeado y centro de esa fiesta es el Niño Jesús, y no las pintas, ropas de marca, el multicolor ambiente de las paredes de su residencia, ni mucho menos un viejo gordo, panzón, con cachetes y nariz sonrosadas que pareciera tratarse de un tipo recién egresado de uno de los tugurios de la ciudad más marginal; son aquellos que se regodean en paladear un escocés de dieciocho años o un vinillo de vieja data- o los que menos- liban grandes dosis del ron añejo Superior, Ventarrón, Caballito Frenao, Cinco Estrellas, Carta Blanca, etc., o aquella especie de fruto de la Vid conocido como Castelgandolfo, Vino Rosé o aquel que acuñando algunos vocablos de esa mal llamada fiesta de la tauromaquia, se han hecho llamar de la Concha y Toro.

Es así como de este tema tampoco se habla, y la gente prefiere no hacerlo, porque referirse a ello se traduciría en dejar al desnudo nuestros propios sentimientos, nuestras debilidades y nuestros temores. Lo aconsejable es enfrentar la cruda realidad para reconocernos como materialistas y hacer esfuerzos para transformarnos en verdaderos, íntegros y auténticos seres humanos, amantes de la verdad, de la justicia y de la paz. De más está expresar que si hacemos esto nos acercaremos más a Dios, y el discernimiento y buen comportamiento vendrán por añadidura. Parafraseando a ese desaparecido amigo psiquiatra: “quien reconoce que tiene un problema ha logrado ya el cincuenta por ciento de la solución al mismo”. ¿A qué grupo de personas perteneces tú?

La familia es otro de los grandes tabúes de la sociedad actual. Generalmente no nos gusta que el vecino se entere que en nuestro grupo familiar existe uno que otro problemilla, y por eso sublimamos esta situación y hasta la maquillamos para impedir que otros se enteren de lo que nos está afectando. Craso error, ya que las realidades no cambian ni se modifican porque las evadamos o simplemente porque las callemos. Y he aquí que traigo a la memoria una expresión que un personaje de mi ciudad natal, Maracaibo, acuñó como propia y que pronunciaba constantemente en los espacios radiales en los que actuó como locutor: “Hay cosas que por sabidas se callan, y por calladas se olvidan”. Y yo me pregunto y te pregunto ¿En cuál de esas dos situaciones estamos hoy? ¿En cuál de ellas hemos estado? ¿Cuál ha sido nuestra reacción y qué consecuencias se han generado?

Cualquiera que sean las respuestas a las interrogantes formuladas anteriormente, las mismas no dejan de sorprendernos, perturbarnos y si nos adentramos en la trascendencia de aquellas, podrían hasta reducirnos numerosas horas de sueño. Esta área vital pudiera estar impregnada de situaciones que pudieran hacer derrumbar el núcleo familiar. ¿En cuántas de nuestras familias no ha crecido algún tipo de cizaña junto con la buena hierba? ¿Si tuvimos tiempo para hacerlo, por qué no logramos mejorar la siembra mediante los correctivos que ella requirió en su momento oportuno? Así es la vida. Nos callamos y tratamos de esconder nuestros problemas en lo que yo humildemente he llamado “el cuarto de los chécheres” (En Venezuela y en Latinoamérica llamamos “chécheres” a los objetos como ropa, juguetes, fotografías, electrodomésticos o cualquier otra cosa que ya no nos sirve, no nos satisface, no está de moda, no nos gusta o no queremos y que colocamos en un espacio físico casi ubicado bien al final de la casa para que nadie lo vea, o encima del techo o ático precisamente para ocultarlos). La pregunta anterior nos conduce a otra ¿Cuántos cuartos de chécheres tenemos en nuestra casa? Necesariamente, para hacernos entender, debemos aclarar que a los efectos de las reflexiones que venimos realizando, la casa debe entenderse como nuestra familia o nuestra alma, y los chécheres, como aquellas cosas que preferimos que la gente no conozca y que no se nos obligue a hablar de ellas.

En Latinoamérica el refranero popular enseña que: “En cada familia existe una oveja negra”, para referirse con ello a la circunstancia de que en una familia siempre habrá por lo menos uno de sus integrantes que no cumple a cabalidad la rigidez de los valores que rigen el mundo y la sociedad de esa época. En otro sentido también podría formularse la opinión relativa a nuestras propias conductas, actitudes y convicciones que hemos escondido en eso que Sigmund Freud llamó el subconsciente y que actualmente los estudiosos de la mente humana han dado en llamar: niveles de conciencia interna. Hecho este deslinde, entonces se nos permitirá que coloquialmente opinemos que poco importa el mayor o menor grado de ocultación de nuestros defectos, desencuentros, desafectos, debilidades, ya que los mismos más tarde que temprano se verán reflejados en nuestras conductas y ocurrirá como lo afirma el apóstol Santiago, cuando se miden los valores de una persona según sus obras, de manera que este apóstol señaló: “por sus frutos los conoceréis”. A esta cita bíblica se la debe relacionar con aquella contenida en los evangelios según la cual “de la abundancia del corazón habla la boca”.

Todo lo anterior nos lleva a interrogar ¿Cuál o cuáles son las ovejas negras de nuestra familia? ¿Qué hemos realizado para que esas ovejas regresen al redil? ¿Hemos hecho lo necesario? ¿Hasta qué punto, -para preservar el buen nombre de nuestra familia y en detrimento de quien sufre la patología espiritual o social- hemos ocultado esas realidades que no nos gustan? En fin, solamente nosotros sabemos qué clase de chécheres poseemos, pero también, y ello es importante que se diga : que conocemos cuáles son las soluciones que debemos aplicar para modificar esa triste y cruda realidad.

Ofrezco mis excusas a los lectores, toda vez que he osado perturbar la tranquilidad y quietud de sus almas con el análisis de algunos temas de los cuales preferiríamos no hablar, pero cuya exhibición y discusión es necesaria, porque no hacerlo sería como permitir que, detectada una célula cancerígena, la misma se multiplique por negligencia de quien la posea o de aquel que teniendo obligación de evitar su reproducción no lo hace. Finalmente, para morigerar y flexibilizar el contenido de estas reflexiones, me permito desearles todo género de bendiciones, éxitos, salud y un sinnúmero de dones espirituales y materiales, siempre bajo la misericordia de Dios Padre, de Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y con la intercesión de nuestra madre
la Virgen María.

El pensamiento que transcribo de seguidas nos permitirá, de seguro, comprender que todos estamos dotados de capacidades y potencialidades para vencer cualquier obstáculo y modificar cualquier realidad en beneficio de la sociedad y de uno mismo: "El valor perfecto consiste en hacer, sin testigos, lo que seríamos capaces de hacer delante de todo el mundo."(François de La Rochefoucauld).


"CASOS Y COSAS DE LOS QUE LA GENTE PREFIERE NO HABLAR" por Prof.Dr.Mervy Enrique González Fuenmayor

Mervy Enrique Gonzalez Fuenmayor

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Primero que nada, soy un ser humano cuya vida le pertenece a Dios a quien debo subordinación y adoración. Soy Abogado, Catedrático Universitario, Locutor de Estaciones Radioeléctricas, entre otras cosas.

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miércoles, diciembre 26, 2007

Casos y Cosas de los que la Gente Prefiere No Hablar

Por Mervy Enrique González Fuenmayor

Miércoles 26 de diciembre de 2007, 12:30 a.m. versión corregida 6y15pm

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia,
República de Venezuela, América del Sur


Por estos días la mayor parte de los seres humanos reproduce una conducta y actitud que no obstante su repetición, generalmente no deviene en resultado alguno y en otros casos dimanan en muy poco y en número ínfimo en verdaderas consecuencias y/o frutos . Ya el lector estará inquiriéndose acerca de cuáles serían estas conductas o actitudes si pluralizáramos el encabezamiento de este artículo.

Déjame manifestarte, amigo y amiga que me lees, que nosotros los seres humanos somos como lo afirmaba un gran amigo y desaparecido psiquiatra: “un gran costal de problemas”. Esta expresión de por sí erizará la piel de más de alguno de nuestros congéneres. Precisamente no debe ser de otro modo. Lo que ocurre es que preferimos no hablar de ciertos casos y de algunas cosas. Esta selección o preferencia generalmente se funda en nuestros temores, en la hipocresía, la baja autoestima y en algunos aspectos más generales: en nuestra errátil manera de ver y vivir la vida, aspectos en los cuales han tenido un papel preponderante las falsas creencias, una educación cargada de imperfecciones, una formación doméstica débil, y principalmente la ausencia de iniciativa del sujeto que actúa en el mundo de las relaciones interpersonales.

Solamente el azar y la aleatoriedad nos han servido para “imprimir de letras” este artículo, para tratar algunos de esos casos y cosas de las cuales preferimos no hablar. La primera de ellas es nuestra vanidad. A menudo actuamos como que si realmente estuviésemos exentos de cualquier tipo de vanidad. Ello no está más alejado de la realidad que el que afirma de que “dos más dos son cinco”. Para que nos demos cuenta de la fuerza de este aserto, veamos cómo se define la vanidad:

Vanidad. (Del lat. vanĭtas, -ātis). 1. f. Cualidad de vano1. 2. f. Arrogancia, presunción, envanecimiento. 3. f. Caducidad de las cosas de este mundo. 4. f. Palabra inútil o vana e insustancial. 5. f. Vana representación, ilusión o ficción de la fantasía. ajar la ~ de alguien. 1. loc. verb. coloq. Abatir su engreimiento y soberbia.

De las acepciones anteriores podemos colegir que todos los seres humanos somos vanidosos, aunque prefiramos no hablar de ello. Cada uno de nosotros utilizamos nuestra mente para vincularnos con la realidad, bien para modificarla, crearla o evadirla. Por ello la gente prefiere callar sus propias vanidades para no aparecer frente a la sociedad con el estigma de ser vanidoso o vanidosa, lo cual conduce a una verdadera patología, porque ¿Si por naturaleza somos vanidosos, ya que no podemos evadir realizar la representación, ilusión o ficción de la fantasía o de la realidad, cómo pretender aparecer en nuestras relaciones interpersonales como un sujeto inmaculado, perfecto, impoluto y libre de vanidad? Sí somos vanidosos, lo que es aconsejable es que esta vanidad en dosis razonables y prudentes no se reprima en estas categorías o se magnifique, puesto que en esas situaciones la vanidad se convierte en una enfermedad, y lo que es más grave, en una actitud que afecta nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro discernimiento, aspectos tales que nos alejan de la misericordia de Dios.

Otra área gris en nuestras relaciones con el prójimo se vincula con el grado de espiritualidad con el cual “manejamos” algunas estaciones y épocas del año, y hasta algunos asuntillos menores relativos a la convivencia familiar, doméstica o social. En este orden de ideas, y valga la época de Navidad y de fin de año que rige en estas fechas, la gente es muy dada a destacar e incluso dar lecciones de espiritualidad, paz, reconciliación y hasta algunos soñadores que pretenden reproducir aquello de que “si te dan en una mejilla, pon la otra, y si te dan en la otra, pon la frente”. Perdóneseme la ironía, pero no dejo de pensar en la apariencia del rostro de quien a sabiendas de que Fulano o Zutano es más materialista que Marx, Engels o Lenin, actúa en estas épocas como que si se tratase del verdadero Jesús de Nazareth personificado, y es así que deambulan por calles, avenidas, ciudades y hasta por países (si tuvieran recursos económicos para ello) pregonando “la paz, el amor, la reconciliación, la venida del Niño Dios, el juguete para el niño abandonado”.A otros los sorprenden escenificando un pesebre viviente en el cual si se les permitiera : elegirían ser el niño, ni siquiera San José o la Virgen María, ya que pertenecen al tipo de personas que gustan de ser “el novio en la boda, el graduando en la promoción, el niño en el bautizo, el conferenciante en la charla, pero jamás se atreverían a elegir ser el difunto en el velatorio”. Vanidades, Sancho… Vanidades.

Queda entonces develada la situación reinante en este siglo XXI que por lo poco que hemos visto de él es una mala repetición del siglo XX, con sus secuelas de vicios, transgresiones, desviaciones y con la amenaza parpadeante de la extinción de la raza humana. Aquella situación se materializa entre otras cosas en la hipocresía de jerarquizar el aspecto espiritual de la Navidad sobre el aspecto material que ellos cultivan con mucho esmero y con producción demostrada con dígitos que se dirigen al infinito; son los que hablan de la paz y del amor, del nacimiento del Mesías, pero que en la fiesta de Navidad no recuerdan que el homenajeado y centro de esa fiesta es el Niño Jesús, y no las pintas, ropas de marca, el multicolor ambiente de las paredes de su residencia, ni mucho menos un viejo gordo, panzón, con cachetes y nariz sonrosadas que pareciera tratarse de un tipo recién egresado de uno de los tugurios de la ciudad más marginal; son aquellos que se regodean en paladear un escocés de dieciocho años o un vinillo de vieja data- o los que menos- liban grandes dosis del ron añejo Superior, Ventarrón, Caballito Frenao, Cinco Estrellas, Carta Blanca, etc., o aquella especie de fruto de la Vid conocido como Castelgandolfo, Vino Rosé o aquel que acuñando algunos vocablos de esa mal llamada fiesta de la tauromaquia, se han hecho llamar de la Concha y Toro.

Es así como de este tema tampoco se habla, y la gente prefiere no hacerlo, porque referirse a ello se traduciría en dejar al desnudo nuestros propios sentimientos, nuestras debilidades y nuestros temores. Lo aconsejable es enfrentar la cruda realidad para reconocernos como materialistas y hacer esfuerzos para transformarnos en verdaderos, íntegros y auténticos seres humanos, amantes de la verdad, de la justicia y de la paz. De más está expresar que si hacemos esto nos acercaremos más a Dios, y el discernimiento y buen comportamiento vendrán por añadidura. Parafraseando a ese desaparecido amigo psiquiatra: “quien reconoce que tiene un problema ha logrado ya el cincuenta por ciento de la solución al mismo”. ¿A qué grupo de personas perteneces tú?

La familia es otro de los grandes tabúes de la sociedad actual. Generalmente no nos gusta que el vecino se entere que en nuestro grupo familiar existe uno que otro problemilla, y por eso sublimamos esta situación y hasta la maquillamos para impedir que otros se enteren de lo que nos está afectando. Craso error, ya que las realidades no cambian ni se modifican porque las evadamos o simplemente porque las callemos. Y he aquí que traigo a la memoria una expresión que un personaje de mi ciudad natal, Maracaibo, acuñó como propia y que pronunciaba constantemente en los espacios radiales en los que actuó como locutor: “Hay cosas que por sabidas se callan, y por calladas se olvidan”. Y yo me pregunto y te pregunto ¿En cuál de esas dos situaciones estamos hoy? ¿En cuál de ellas hemos estado? ¿Cuál ha sido nuestra reacción y qué consecuencias se han generado?

Cualquiera que sean las respuestas a las interrogantes formuladas anteriormente, las mismas no dejan de sorprendernos, perturbarnos y si nos adentramos en la trascendencia de aquellas, podrían hasta reducirnos numerosas horas de sueño. Esta área vital pudiera estar impregnada de situaciones que pudieran hacer derrumbar el núcleo familiar. ¿En cuántas de nuestras familias no ha crecido algún tipo de cizaña junto con la buena hierba? ¿Si tuvimos tiempo para hacerlo, por qué no logramos mejorar la siembra mediante los correctivos que ella requirió en su momento oportuno? Así es la vida. Nos callamos y tratamos de esconder nuestros problemas en lo que yo humildemente he llamado “el cuarto de los chécheres” (En Venezuela y en Latinoamérica llamamos “chécheres” a los objetos como ropa, juguetes, fotografías, electrodomésticos o cualquier otra cosa que ya no nos sirve, no nos satisface, no está de moda, no nos gusta o no queremos y que colocamos en un espacio físico casi ubicado bien al final de la casa para que nadie lo vea, o encima del techo o ático precisamente para ocultarlos). La pregunta anterior nos conduce a otra ¿Cuántos cuartos de chécheres tenemos en nuestra casa? Necesariamente, para hacernos entender, debemos aclarar que a los efectos de las reflexiones que venimos realizando, la casa debe entenderse como nuestra familia o nuestra alma, y los chécheres, como aquellas cosas que preferimos que la gente no conozca y que no se nos obligue a hablar de ellas.

En Latinoamérica el refranero popular enseña que: “En cada familia existe una oveja negra”, para referirse con ello a la circunstancia de que en una familia siempre habrá por lo menos uno de sus integrantes que no cumple a cabalidad la rigidez de los valores que rigen el mundo y la sociedad de esa época. En otro sentido también podría formularse la opinión relativa a nuestras propias conductas, actitudes y convicciones que hemos escondido en eso que Sigmund Freud llamó el subconsciente y que actualmente los estudiosos de la mente humana han dado en llamar: niveles de conciencia interna. Hecho este deslinde, entonces se nos permitirá que coloquialmente opinemos que poco importa el mayor o menor grado de ocultación de nuestros defectos, desencuentros, desafectos, debilidades, ya que los mismos más tarde que temprano se verán reflejados en nuestras conductas y ocurrirá como lo afirma el apóstol Santiago, cuando se miden los valores de una persona según sus obras, de manera que este apóstol señaló: “por sus frutos los conoceréis”. A esta cita bíblica se la debe relacionar con aquella contenida en los evangelios según la cual “de la abundancia del corazón habla la boca”.

Todo lo anterior nos lleva a interrogar ¿Cuál o cuáles son las ovejas negras de nuestra familia? ¿Qué hemos realizado para que esas ovejas regresen al redil? ¿Hemos hecho lo necesario? ¿Hasta qué punto, -para preservar el buen nombre de nuestra familia y en detrimento de quien sufre la patología espiritual o social- hemos ocultado esas realidades que no nos gustan? En fin, solamente nosotros sabemos qué clase de chécheres poseemos, pero también, y ello es importante que se diga : que conocemos cuáles son las soluciones que debemos aplicar para modificar esa triste y cruda realidad.

Ofrezco mis excusas a los lectores, toda vez que he osado perturbar la tranquilidad y quietud de sus almas con el análisis de algunos temas de los cuales preferiríamos no hablar, pero cuya exhibición y discusión es necesaria, porque no hacerlo sería como permitir que, detectada una célula cancerígena, la misma se multiplique por negligencia de quien la posea o de aquel que teniendo obligación de evitar su reproducción no lo hace. Finalmente, para morigerar y flexibilizar el contenido de estas reflexiones, me permito desearles todo género de bendiciones, éxitos, salud y un sinnúmero de dones espirituales y materiales, siempre bajo la misericordia de Dios Padre, de Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y con la intercesión de nuestra madre la Virgen María.

El pensamiento que transcribo de seguidas nos permitirá, de seguro, comprender que todos estamos dotados de capacidades y potencialidades para vencer cualquier obstáculo y modificar cualquier realidad en beneficio de la sociedad y de uno mismo: "El valor perfecto consiste en hacer, sin testigos, lo que seríamos capaces de hacer delante de todo el mundo."(François de La Rochefoucauld).

"CASOS Y COSAS DE LOS QUE LA GENTE PREFIERE NO HABLAR" por Prof.Dr.Mervy Enrique González Fuenmayor

Mervy Enrique Gonzalez Fuenmayor

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Primero que nada, soy un ser humano cuya vida le pertenece a Dios a quien debo subordinación y adoración. Soy Abogado, Catedrático Universitario, Locutor de Estaciones Radioeléctricas, entre otras cosas.

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miércoles, diciembre 26, 2007

Casos y Cosas de los que la Gente Prefiere No Hablar

Por Mervy Enrique González Fuenmayor

Miércoles 26 de diciembre de 2007, 12:30 a.m. versión corregida 6y15pm

Ciudad y Municipio Maracaibo del Estado Zulia,
República de Venezuela, América del Sur


Por estos días la mayor parte de los seres humanos reproduce una conducta y actitud que no obstante su repetición, generalmente no deviene en resultado alguno y en otros casos dimanan en muy poco y en número ínfimo en verdaderas consecuencias y/o frutos . Ya el lector estará inquiriéndose acerca de cuáles serían estas conductas o actitudes si pluralizáramos el encabezamiento de este artículo.

Déjame manifestarte, amigo y amiga que me lees, que nosotros los seres humanos somos como lo afirmaba un gran amigo y desaparecido psiquiatra: “un gran costal de problemas”. Esta expresión de por sí erizará la piel de más de alguno de nuestros congéneres. Precisamente no debe ser de otro modo. Lo que ocurre es que preferimos no hablar de ciertos casos y de algunas cosas. Esta selección o preferencia generalmente se funda en nuestros temores, en la hipocresía, la baja autoestima y en algunos aspectos más generales: en nuestra errátil manera de ver y vivir la vida, aspectos en los cuales han tenido un papel preponderante las falsas creencias, una educación cargada de imperfecciones, una formación doméstica débil, y principalmente la ausencia de iniciativa del sujeto que actúa en el mundo de las relaciones interpersonales.

Solamente el azar y la aleatoriedad nos han servido para “imprimir de letras” este artículo, para tratar algunos de esos casos y cosas de las cuales preferimos no hablar. La primera de ellas es nuestra vanidad. A menudo actuamos como que si realmente estuviésemos exentos de cualquier tipo de vanidad. Ello no está más alejado de la realidad que el que afirma de que “dos más dos son cinco”. Para que nos demos cuenta de la fuerza de este aserto, veamos cómo se define la vanidad:

Vanidad. (Del lat. vanĭtas, -ātis). 1. f. Cualidad de vano1. 2. f. Arrogancia, presunción, envanecimiento. 3. f. Caducidad de las cosas de este mundo. 4. f. Palabra inútil o vana e insustancial. 5. f. Vana representación, ilusión o ficción de la fantasía. ajar la ~ de alguien. 1. loc. verb. coloq. Abatir su engreimiento y soberbia.

De las acepciones anteriores podemos colegir que todos los seres humanos somos vanidosos, aunque prefiramos no hablar de ello. Cada uno de nosotros utilizamos nuestra mente para vincularnos con la realidad, bien para modificarla, crearla o evadirla. Por ello la gente prefiere callar sus propias vanidades para no aparecer frente a la sociedad con el estigma de ser vanidoso o vanidosa, lo cual conduce a una verdadera patología, porque ¿Si por naturaleza somos vanidosos, ya que no podemos evadir realizar la representación, ilusión o ficción de la fantasía o de la realidad, cómo pretender aparecer en nuestras relaciones interpersonales como un sujeto inmaculado, perfecto, impoluto y libre de vanidad? Sí somos vanidosos, lo que es aconsejable es que esta vanidad en dosis razonables y prudentes no se reprima en estas categorías o se magnifique, puesto que en esas situaciones la vanidad se convierte en una enfermedad, y lo que es más grave, en una actitud que afecta nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro discernimiento, aspectos tales que nos alejan de la misericordia de Dios.

Otra área gris en nuestras relaciones con el prójimo se vincula con el grado de espiritualidad con el cual “manejamos” algunas estaciones y épocas del año, y hasta algunos asuntillos menores relativos a la convivencia familiar, doméstica o social. En este orden de ideas, y valga la época de Navidad y de fin de año que rige en estas fechas, la gente es muy dada a destacar e incluso dar lecciones de espiritualidad, paz, reconciliación y hasta algunos soñadores que pretenden reproducir aquello de que “si te dan en una mejilla, pon la otra, y si te dan en la otra, pon la frente”. Perdóneseme la ironía, pero no dejo de pensar en la apariencia del rostro de quien a sabiendas de que Fulano o Zutano es más materialista que Marx, Engels o Lenin, actúa en estas épocas como que si se tratase del verdadero Jesús de Nazareth personificado, y es así que deambulan por calles, avenidas, ciudades y hasta por países (si tuvieran recursos económicos para ello) pregonando “la paz, el amor, la reconciliación, la venida del Niño Dios, el juguete para el niño abandonado”.A otros los sorprenden escenificando un pesebre viviente en el cual si se les permitiera : elegirían ser el niño, ni siquiera San José o la Virgen María, ya que pertenecen al tipo de personas que gustan de ser “el novio en la boda, el graduando en la promoción, el niño en el bautizo, el conferenciante en la charla, pero jamás se atreverían a elegir ser el difunto en el velatorio”. Vanidades, Sancho… Vanidades.

Queda entonces develada la situación reinante en este siglo XXI que por lo poco que hemos visto de él es una mala repetición del siglo XX, con sus secuelas de vicios, transgresiones, desviaciones y con la amenaza parpadeante de la extinción de la raza humana. Aquella situación se materializa entre otras cosas en la hipocresía de jerarquizar el aspecto espiritual de la Navidad sobre el aspecto material que ellos cultivan con mucho esmero y con producción demostrada con dígitos que se dirigen al infinito; son los que hablan de la paz y del amor, del nacimiento del Mesías, pero que en la fiesta de Navidad no recuerdan que el homenajeado y centro de esa fiesta es el Niño Jesús, y no las pintas, ropas de marca, el multicolor ambiente de las paredes de su residencia, ni mucho menos un viejo gordo, panzón, con cachetes y nariz sonrosadas que pareciera tratarse de un tipo recién egresado de uno de los tugurios de la ciudad más marginal; son aquellos que se regodean en paladear un escocés de dieciocho años o un vinillo de vieja data- o los que menos- liban grandes dosis del ron añejo Superior, Ventarrón, Caballito Frenao, Cinco Estrellas, Carta Blanca, etc., o aquella especie de fruto de la Vid conocido como Castelgandolfo, Vino Rosé o aquel que acuñando algunos vocablos de esa mal llamada fiesta de la tauromaquia, se han hecho llamar de la Concha y Toro.

Es así como de este tema tampoco se habla, y la gente prefiere no hacerlo, porque referirse a ello se traduciría en dejar al desnudo nuestros propios sentimientos, nuestras debilidades y nuestros temores. Lo aconsejable es enfrentar la cruda realidad para reconocernos como materialistas y hacer esfuerzos para transformarnos en verdaderos, íntegros y auténticos seres humanos, amantes de la verdad, de la justicia y de la paz. De más está expresar que si hacemos esto nos acercaremos más a Dios, y el discernimiento y buen comportamiento vendrán por añadidura. Parafraseando a ese desaparecido amigo psiquiatra: “quien reconoce que tiene un problema ha logrado ya el cincuenta por ciento de la solución al mismo”. ¿A qué grupo de personas perteneces tú?

La familia es otro de los grandes tabúes de la sociedad actual. Generalmente no nos gusta que el vecino se entere que en nuestro grupo familiar existe uno que otro problemilla, y por eso sublimamos esta situación y hasta la maquillamos para impedir que otros se enteren de lo que nos está afectando. Craso error, ya que las realidades no cambian ni se modifican porque las evadamos o simplemente porque las callemos. Y he aquí que traigo a la memoria una expresión que un personaje de mi ciudad natal, Maracaibo, acuñó como propia y que pronunciaba constantemente en los espacios radiales en los que actuó como locutor: “Hay cosas que por sabidas se callan, y por calladas se olvidan”. Y yo me pregunto y te pregunto ¿En cuál de esas dos situaciones estamos hoy? ¿En cuál de ellas hemos estado? ¿Cuál ha sido nuestra reacción y qué consecuencias se han generado?

Cualquiera que sean las respuestas a las interrogantes formuladas anteriormente, las mismas no dejan de sorprendernos, perturbarnos y si nos adentramos en la trascendencia de aquellas, podrían hasta reducirnos numerosas horas de sueño. Esta área vital pudiera estar impregnada de situaciones que pudieran hacer derrumbar el núcleo familiar. ¿En cuántas de nuestras familias no ha crecido algún tipo de cizaña junto con la buena hierba? ¿Si tuvimos tiempo para hacerlo, por qué no logramos mejorar la siembra mediante los correctivos que ella requirió en su momento oportuno? Así es la vida. Nos callamos y tratamos de esconder nuestros problemas en lo que yo humildemente he llamado “el cuarto de los chécheres” (En Venezuela y en Latinoamérica llamamos “chécheres” a los objetos como ropa, juguetes, fotografías, electrodomésticos o cualquier otra cosa que ya no nos sirve, no nos satisface, no está de moda, no nos gusta o no queremos y que colocamos en un espacio físico casi ubicado bien al final de la casa para que nadie lo vea, o encima del techo o ático precisamente para ocultarlos). La pregunta anterior nos conduce a otra ¿Cuántos cuartos de chécheres tenemos en nuestra casa? Necesariamente, para hacernos entender, debemos aclarar que a los efectos de las reflexiones que venimos realizando, la casa debe entenderse como nuestra familia o nuestra alma, y los chécheres, como aquellas cosas que preferimos que la gente no conozca y que no se nos obligue a hablar de ellas.

En Latinoamérica el refranero popular enseña que: “En cada familia existe una oveja negra”, para referirse con ello a la circunstancia de que en una familia siempre habrá por lo menos uno de sus integrantes que no cumple a cabalidad la rigidez de los valores que rigen el mundo y la sociedad de esa época. En otro sentido también podría formularse la opinión relativa a nuestras propias conductas, actitudes y convicciones que hemos escondido en eso que Sigmund Freud llamó el subconsciente y que actualmente los estudiosos de la mente humana han dado en llamar: niveles de conciencia interna. Hecho este deslinde, entonces se nos permitirá que coloquialmente opinemos que poco importa el mayor o menor grado de ocultación de nuestros defectos, desencuentros, desafectos, debilidades, ya que los mismos más tarde que temprano se verán reflejados en nuestras conductas y ocurrirá como lo afirma el apóstol Santiago, cuando se miden los valores de una persona según sus obras, de manera que este apóstol señaló: “por sus frutos los conoceréis”. A esta cita bíblica se la debe relacionar con aquella contenida en los evangelios según la cual “de la abundancia del corazón habla la boca”.

Todo lo anterior nos lleva a interrogar ¿Cuál o cuáles son las ovejas negras de nuestra familia? ¿Qué hemos realizado para que esas ovejas regresen al redil? ¿Hemos hecho lo necesario? ¿Hasta qué punto, -para preservar el buen nombre de nuestra familia y en detrimento de quien sufre la patología espiritual o social- hemos ocultado esas realidades que no nos gustan? En fin, solamente nosotros sabemos qué clase de chécheres poseemos, pero también, y ello es importante que se diga : que conocemos cuáles son las soluciones que debemos aplicar para modificar esa triste y cruda realidad.

Ofrezco mis excusas a los lectores, toda vez que he osado perturbar la tranquilidad y quietud de sus almas con el análisis de algunos temas de los cuales preferiríamos no hablar, pero cuya exhibición y discusión es necesaria, porque no hacerlo sería como permitir que, detectada una célula cancerígena, la misma se multiplique por negligencia de quien la posea o de aquel que teniendo obligación de evitar su reproducción no lo hace. Finalmente, para morigerar y flexibilizar el contenido de estas reflexiones, me permito desearles todo género de bendiciones, éxitos, salud y un sinnúmero de dones espirituales y materiales, siempre bajo la misericordia de Dios Padre, de Dios Hijo y Dios Espíritu Santo y con la intercesión de nuestra madre la Virgen María.

El pensamiento que transcribo de seguidas nos permitirá, de seguro, comprender que todos estamos dotados de capacidades y potencialidades para vencer cualquier obstáculo y modificar cualquier realidad en beneficio de la sociedad y de uno mismo: "El valor perfecto consiste en hacer, sin testigos, lo que seríamos capaces de hacer delante de todo el mundo."(François de La Rochefoucauld).

domingo, diciembre 16, 2007

¿ CELEBRAR LA NAVIDAD O VIVIR LA NAVIDAD ?

domingo, diciembre 16, 2007

¿ CELEBRAR LA NAVIDAD O VIVIR LA NAVIDAD ?

¿CELEBRAR LA NAVIDAD O VIVIR LA NAVIDAD?

Por Prof.Dr.Mervy Enrique González Fuenmayor.

Domingo 16 de Diciembre de 2007, 8 y 40 p. m.

República Bolivariana de Venezuela.America del Sur.

Maracaibo.Estado Zulia.

Vuelvo a expresar mis opiniones, no obstante la circunstancia vinculada a la situación por mi asumida, de no escribir especialmente para ciertas fechas , estaciones o "días" que las sociedades transforman en hitos e incluso los santifican o sacralizan, todo con el propósito de obtener algunas monedas. Pero salvando este escollo y preocupado por las nuevas "versiones" de la fiesta de la Natividad de nuestro Señor Jesús, me conmino a tratar de establecer el sentido real que debe atribuírsele a la Navidad. Excúsenme amigos y amigas a quienes les sustraigo su tiempo para leer estas reflexiones, sobre todo con la pretensión tan temeraria de explicar todo esté " barullo " que implica el tiempo de la Navidad o como incorrectamente la califican algunos: "tiempo de Navidades", cuando lo correcto gramatical y religiosamente hablando, es referirnos al nacimiento del Señor, como la Navidad. Ello es así, por cuanto la humanidad no celebra, ni festeja, ni vive diferentes nacimientos en diferentes lugares y en diferentes sociedades. El nacimiento del Mesías es uno solo y se produjo en un solo lugar, por lo tanto no es plausible referirnos a la Navidad en plural, es decir, como Navidades; he aquí nuestro primer error. Celebramos, festejamos, vivimos la Navidad y no las Navidades.

El título de este artículo está constituido por una interrogante relativa a la circunstancia devenida del hecho más importante de la humanidad, como lo es el nacimiento del Mesías, del niño Jesús, del hijo de Dios. Y la pregunta es válida, en tanto y en cuanto conozcamos la diferencia entre celebrar algún hecho, un acontecimiento y vivirlo. Veamos lo que gramaticalmente significan cada término:

Celebrar. (Del lat. celebrare). tr. Conmemorar, festejar una fecha, un acontecimiento. Celebramos el cumpleaños de Juan. || 2. Alabar, aplaudir algo. Celebro tu sabia decisión. Era u. también apl. a pers. || 3. Reverenciar, venerar solemnemente con culto público los misterios de la religión y la memoria de sus santos. || 4. Realizar un acto, una reunión, un espectáculo, etc. U. t. c. prnl. || 5. decir misa. U. t. c. intr.

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vivir1. (Del lat. vivere). intr. Tener vida. || 2. Durar con vida. || 3. Dicho de una cosa: durar. || 4. Pasar y mantener la vida. Francisco tiene con qué vivir. Vivo de mi trabajo. || 5. Habitar o morar en un lugar o país. U. t. c. tr. || 6. Obrar siguiendo algún tenor o modo en las acciones, en cuanto miran a la razón o a la ley. || 7. Mantenerse o durar en la fama o en la memoria después de muerto. || 8. Acomodarse a las circunstancias o aprovecharlas para lograr sus propias conveniencias. Enseñar a vivir. Saber vivir. || 9. Dicho de una cosa: Estar presente en la memoria, en la voluntad o en la consideración. || 10. Dicho de Dios: Estar en la memoria, en la voluntad o en la consideración y asistir particularmente a alguien con sus inspiraciones. || 11. Estar (? existir uno con cierta permanencia en un lugar o en un estado o condición). Vivir descuidado. Vivir ignorante de algo. || 12. tr. Sentir o experimentar la impresión producida por algún hecho o acaecimiento. Hemos vivido momentos de inquietud. Todas sus alegrías y sus penas fueron vividas por nosotros. || bueno es ~ para ver. expr. vivir para ver. || no dejar ~ a alguien. fr. coloq. Molestarlo, fastidiarlo. || no dejar ~ algo a alguien. fr. coloq. Ser motivo de remordimiento o inquietud. || ¿quién vive? expr. U. por el soldado que está de centinela para preguntar quién es el que llega o pasa. U. t. c. s. || viva. interj. U. para expresar alegría y aplauso. U. t. c. s. m. || viva quien vence. loc. interj. U. para explicar la disposición pronta del ánimo a seguir a quien está en prosperidad y a huir de quien está caído. || vive. interj. U. como juramento con algún nombre que lo expresa, o con alguna voz inventada para evitarlo. ¡Vive Dios! ¡Vive Cribas! || ~ alguien aprisa, o de prisa. frs. Trabajar demasiado, o gastar sin reparo la salud. || ~ para ver. expr. U. para manifestar la extrañeza que causa algo que no se esperaba de la persona de quien se habla, especialmente cuando es de mala correspondencia.

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De las transcripciones efectuadas, debo centrar mi atención, ab initio, en el término celebrar. Y en su significación, aunque pudiera en la eventualidad de una interpretación ligera, subsumir la acción de reverenciar y cumplir con culto publico algún misterio de la religión, esta manera interpretativa nos parece errátil. El argumento de esta aseveración es fácil encontrarlo, en virtud de que si bien es cierto, quien reverencia o cumple con culto publico alguna fiesta o misterio religioso, no garantiza su participación activa en el mismo. En otras palabras vivir con culto público una fiesta o misterio religioso, es diferente a celebrarlo. En este último caso, hipotéticamente hablando, podríamos estar en presencia de la mecanicidad o simplemente el cumplimiento del mandato contenido en la palabra de Dios de santificar las fiestas, sin que para algunos se traduzca en vivir esa fiesta o misterio que la escritura sagrada nos indica. No es lo mismo celebrar que vivir algo, una situación, una circunstancia o cualquier otro hecho sea social, político, económico, académico, religioso o de cualquier otra especie.

El lector avieso ya habrá comprendido que vivir se traduce en mezclar la emoción, el discernimiento, el sentido finalista de aquello que previamente nos conduce a una celebración. Vale decir que el celebrar es una categoría anterior al vivir. Quien celebra amigo y amiga, no necesariamente vive el momento que celebra. Como ser humano podría celebrar mi matrimonio y sin embargo no vivirlo. Podría celebrar el acontecimiento del nacimiento de un nuevo hijo de un pariente, amigo o congénere y sin embargo no vivir el momento. Otro ejemplo nos servirá para ilustrarnos: quien acude al bautizo de un hijo de un hermano, eventualmente celebrará ese acto , y si es el padrino de la criatura, podrá festejarlo, disfrutar de la fiesta, cumplir con el culto público de ir a la iglesia, aceptar el padrinazgo y asumir también las obligaciones que tal condición le impone. Pero ese padrino, hipotéticamente, también podría no vivir la función de padrino para la cual fue designado y aceptada espontáneamente. Tal y como lo señala el significado de la voz vivir, es " obrar siguiendo algún tenor o modo en las acciones, en cuanto miran a la razón o a la ley." O " Dicho de Dios: Estar en la memoria, en la voluntad o en la consideración y asistir particularmente a alguien con sus inspiraciones. En efecto para poder vivir se necesita primero celebrar. Quien celebra no vive necesariamente; pero quién vive---- tácitamente--- celebra. Quien vive el acto de casamiento con su pareja, implica necesariamente haberlo celebrado. La vivencia es la vinculación racional, emocional, espiritual y social con hechos, circunstancias, situaciones y etapas en las cuales participamos como actores o espectadores, pero siempre aún en este último caso, vinculados con esos hechos por la razón, por el espíritu, el alma, por el cerebro y por nuestra socialidad.

La Navidad es tiempo de celebración y de experimentación y vivencia de la trascendencia, significado, valor y proyección espiritual de un hecho que marcó y dividió la humanidad en dos etapas: la anterior a Jesús de Nazareth y la posterior a su nacimiento. Es el advenimiento del Mesías, del que había de venir, de el liberador, del Príncipe de la paz, del Rey de Reyes y Señor de Señores. A diferencia de lo que ocurre en nuestras sociedades, este tiempo nos invita a emular las actitudes consagradas en el libro sagrado: la Biblia. La Navidad es tiempo de esperanza, de reconciliación, de paz, solidaridad, de perdón, de enmienda, de transformación espiritual, de revisar los postulados es los cuales descansa la base ética, filosófica y social de nuestra existencia y de nuestros valores.

La mayor parte de nosotros, celebramos la Navidad, pero no la vivimos. Lamentó emitir este juicio, pero lo que está a la vista no necesita anteojos. La sociedad mercantil se ha ocupado de ir socavando nuestros valores, principios, creencias, tradiciones incluso nuestra fe. Aún así, no puede existir quien soliviante sin aquel que se deja soliviantar, bien por ignorancia, bien por omisión, bien por acción o porque ha perdido el camino que nos conduce hacia Dios o tal vez se le ha dejado arrastrar por el mundo, y olvida que si bien vivimos en el mundo, no somos los ciudadanos del mundo, somos los ciudadanos del cielo, celestiales, hijos de Dios y herederos de la promesa de la vida eterna en el cielo.

Pero que hacemos alguno de nosotros: llega la Navidad y nos preocupamos más por los regalos, las fiestas, por el comer, el beber, la buena vestimenta, el quedar bien con los demás, la satisfacción de nuestro ego y de otros que nos rodean (hijos, esposa, madre, hermanos etc.). Eso no es vivir la Navidad, ni siquiera llega a la categoría de celebración de la Navidad. Este tiempo como ya he dicho anteriormente nos debe motivar a reflexionar sobre el papel y función que como seres humanos hemos cumplido hasta la fecha en nuestra familia, en la sociedad, en la iglesia, en la academia, en el trabajo, el lugar es, momentos y situaciones en los cuales nos ha tocado vivir y que desafortunadamente no hemos estado a la altura de los compromisos y problemas que se nos han presentado. El nacimiento del señor es una magnífica oportunidad para evidenciar nuestro amor al prójimo, el ejercicio de la caridad cristiana, el compartir con he necesitado, el momento de perdonar y de ser perdonados, el momento de la reflexión positiva, el propósito de enmienda, el deseo y voluntad de un cambio sincero hacia la mejor, de una transformación interior que nos permita utilizar el discernimiento que Dios nos dio para que efectivamente elijamos y practiquemos la bondad, el altruismo, la solidaridad, el amor al prójimo y el amor a Dios por encima de todas las cosas. Ofrezco mis excusas si he sido desmesurado al momento de expresar lo que siento respecto de esas actitudes que la mayoría asume no solamente en tiempos de Navidad sino en otros verbigracia: la semana mayor o semana santa y todos aquellos días o estaciones o etapas a las cuales se les atribuye una significación especial, bien desde el punto de vista sociológico, político, económico, religioso etc. El corolario de estas reflexiones apunta a concluir que es más importante vivir el momento, la situación, el hecho o la circunstancia, que celebrarlo o festejarlo.

Tengo a bien acompañar este artículo con una presentación multimedia que se refiere precisamente a " VIVIR LA NAVIDAD " y que gentilmente me enviaron mis amigos y amigas cibernautas y que aspiro con todo mi corazón que les alegre el deseo que traduzco en estas reflexiones para que Dios y la virgen madre María les depare una excelente Navidad y que esta evidencie nuestros propósitos de reiterar la bondad que existe en nosotros, todo ello en beneficio de un mejor mundo y de una humanidad más justa, más humana, más equilibrada y más feliz. Finalmente les deseo a todos y toda una feliz Navidad y un año 2008 sobresaturado de bendiciones espirituales y materiales. Amén y amén....

domingo, noviembre 25, 2007