ARTÍCULO. “PEREZOSOS MENTALES”
POR PROF.DR.MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR.
MARACAIBO.ESTADO ZULIA.VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR.
PUBLICADO Y REDACTADO EL LUNES 30 DE MARZO DE 2009.
Cuanta gente habrá visto, tratado y/o escuchado usted, que hay personas que solamente se expresa en términos, palabras y actuaciones negativas y derrotistas. Seguramente dirá que son muchísimas, y está en lo cierto, pues un porcentaje muy elevado de la población mundial vive en una continua y permanente sombra de ignorancia, apatía, fracaso y desesperanza. Han olvidado que son seres vivos, criaturas hechas a imagen y semejanza de Dios, que han nacido para ser prósperos, exitosos, triunfadores, para alcanzar cualquier meta o propósito que se hayan trazado. Los seres humanos están dotados de inteligencia, de capacidad mental, de facultades extraordinarias tanto sensoriales como extrasensoriales, para vencer cualquier obstáculo o adversidad. Por allí existe una máxima que repiten aquellos que utilizan su mejor esfuerzo para cumplir sus ideales: “QUERER ES PODER” .Aclaro que cuando utilizo el vocablo extrasensorial no necesariamente me esté refiriendo a la parapsicología, al espiritismo, al esoterismo, a la cábala, al rosacrucismo,a, a la nueva era o a cualquier otra secta reñida con mi profesión de fe católica. A lo que me refiero son a los dones del espíritu santo: el don de ciencia, el don de la palabra, el don de piedad etc.
Tal como lo has leído… “SI LO QUIERES… LO PUEDES”. Lo primero que debes hacer es establecerte una meta o fin, algo que quisieras lograr: un titulo profesional, el triunfo o campeonato en algún deporte, ser un empresario prospero, ser un destacado sacerdote, distinguirte por tu solidaridad con los demás, el reconocimiento social por la justicia con la que actúas, ser autentico seguidor de Cristo, alcanzar la presidencia u otro cargo político de importancia, ser un buen docente, profesor o maestro. Una vez que hayas delimitado tu aspiración, es tiempo, entonces, de realizar todas aquellas actividades tendentes a facilitar su logro. Es muy, pero muy importante el ejercicio de una facultad con la cual Dios nos dotó: la facultad de imaginar, de hacer representaciones mentales, de visualizar aquello que deseamos. Mientras más vívida sea la visualización mental. Mientras más te vincules con ella, mas deseos e inquietudes te sobrevendrán para materializarla.hay que soñar despierto. Soñar despierto es vivir interna e intensamente lo que deseamos y queremos.
No obstante hay perezosos mentales que son incapaces de generar un solo esfuerzo para alcanzar algo. Son como aquel personaje del chiste que se cuenta en mi ciudad de Maracaibo, que fue a buscar trabajo, el patrono le dijo que efectivamente contaba con una vacante y que debía comenzar desde ese mismo momento, a lo cual este personaje ripostó: ¡¡¡“ EL TRABAJO QUE BUSCO NO ES PARA MI.. SINO PARA MI HERMANO”!!!. Aquí la pereza además de mental es física. Para ser un ciudadano digno, ejemplar, digno, capaz y decente, se requiere en principio ser un buen cristiano, y además ejercitarnos con asiduidad en el gimnasio de la fe, de la esperanza y del esfuerzo.
A continuación tomo prestado las siguientes líneas, tendentes a reforzar lo que ya expuse
“LA EFICACIA DE LA ORACIÓN: ¿Por qué pedimos y no recibimos?
Dios no necesita que le expongamos nuestras necesidades, dice el Evangelio. “Bien sabe vuestro Padre lo que necesitáis” (Lc. 12, 30), pero en la práctica quiere que humildemente se las expongamos como si no las conociera; que le pidamos con fe (oración de corazón) y humildad todo cuanto necesitemos, pero dejando en Sus manos la solución.
En el Evangelio se dice que TODO CUANTO PIDIEREIS EN LA ORACION. Observen que dice “Todo cuanto pidiereis en la oración, como tengáis fe de conseguirla, se os concederá” (Mc. 11, 24). Dos cosas son necesarias: 1º Fe y 2º No vacilar.
Muchas personas se preguntan: ¿por qué Dios no responde a nuestras oraciones? O en otras palabras: ¿por qué nuestra oración no es siempre eficaz, o por lo menos parece no serlo?
Entre los católicos, unos dicen que no somos oídos porque no oramos con la debida humildad; otros porque nos falta la perseverancia; otros porque no nos resignamos a la voluntad de Dios; y la verdadera razón, si no la única de que nuestra oración deje de ser eficaz, es pura y llanamente PORQUE ANDAMOS VACILANDO. Y esto no es opinión nuestra, es sentencia de Cristo: “En verdad os digo que, si tenéis fe y no andáis vacilando, no solamente haréis lo de la higuera, sino que, aun cuando digáis a ese monte, arráncate al mar, así lo hará, y todo cuanto pidiereis en la oración, si tenéis fe, lo alcanzaréis” (Mt. 21, 22)
Y a Sor Josefa Menéndez la reveló particularmente esta misma doctrina que estamos enseñando, al decirle: “Si vacilan, si dudan de Mí, no honran mi Corazón. Pero si esperan firmemente lo que me piden, sabiendo que sólo puedo negárselo si es conveniente al bien de su alma, entonces me glorifican”
Cristo no puso un límite ni a su omnipotencia ni a nuestra confianza. Dios quiere que le pidamos como a Padre, con entera confianza de hijos. Al Padre le toca discernir si las concede o no.
Basados en estos mismos principios de Fe y Esperanza, Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, le hicieron aquella famosa petición que tanto molestó al resto de los apóstoles. “Maestro, quisiéramos que nos concedieses TODO CUANTO TE PIDAMOS”. Y el Señor, sin reprenderlos en lo más mínimo por la palabra TODO, les preguntó: ¿Qué cosa deseáis que os conceda? Y cuando la oyó, les contestó: “No sabéis lo que pedís” (Mt. 20, 22). Sin embargo, a pesar de que “no sabían lo que pedían”, sacaron al final un asiento muy elevado en el reino de Dios: “Os sentaréis (les dijo a los doce) sobre doce sillas, juzgando a las doce tribus de Israel”. Y en la última cena, cuando instituyó la Eucaristía, el Sacramento del Amor, se sentaron uno a la derecha y el otro –según revelaciones de Anna Catalina Enmerich- a la izquierda.
Muy pocas personas hay en este mundo que, de una manera constante y ordinaria, sepan pedir lo que ellas mismas quieren en las diversas ocasiones de la vida. El andar vacilando de una cosa a otra es lo más común, y aunque en ocasiones tomemos una resolución que aun a nosotros mismos nos parezca definitiva, todavía pasa, con demasiada frecuencia que “llevamos la procesión por dentro” temiendo que hayamos hecho un disparate. Es el “no sabéis lo que pedís”. O dicho de otro modo: “vacilamos en nuestra oración”, pues algo nos dice en nuestro interior que esa petición estaba viciada de pasión o ambición personal desde la raíz.
¿Por qué Dios, decimos en ocasiones, no ha escuchado mi oración? Esto es lo que se llama el problema de la oración no respondida. Nuestra respuesta es la de Santiago: “Pedimos y no recibimos, porque pedimos mal” (St. 4. 3). Y pedimos mal, porque pedimos –entre otras cosas- sin la debida fe, y sobre todo porque andamos vacilando, amén de querer satisfacer nuestras pasiones poco ordenadas.
EN DIOS NO HAY EXCLUSIÓN DE PERSONAS
Cuando Jesús dijo: “Todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá” (Mt. 7, 8), no hizo exclusión de ninguno, fuera israelita, romano o cananeo; y así Cristo, admirando la fe de la mujer sirio fenicia (de religión pagana), le concedió inmediatamente lo que pedía, obrando un portento a favor, no de ella, que era la que creía, sino a favor de la hija (creyera o no), por la cual la madre, llena de fe, suplicaba.
Nadie puede considerarse excluido. Todo el que pide con fe, sin andar vacilando, recibe, aunque no sea cristiano, sea protestante, o sea un católico muy pecador. Queda, pues, echada por tierra la objeción de algunos: ¿Cómo voy yo a pedirle a Dios tal o cual cosa, si soy un desastre que le fallo a Dios constantemente?
Sobre estas almas, que por haber pecado se sienten alejadas del Señor, dice algo muy consolador el propio Jesús a Sor Josefa Menéndez: “Estas almas no me conocen; no han comprendido lo que es mi divino Corazón…porque precisamente sus miserias y sus faltas son las que inclinan hacia ellas mi Bondad. Si reconocen su impotencia y debilidad, si se humillan y vienen a Mí llenas de confianza, me glorifican mucho más que antes de haber caído”
Todos, por tanto, hombres y mujeres, justos y pecadores, católicos, protestantes, moros o judíos están incluidos en aquellas palabras de “el que pide, recibe”. Dios quiere que todos los hombres se salven, sean justos o pecadores, todos son obra de sus manos, y todo el que pide con fe, sin vacilar, le da Dios ampliamente y con generosidad. La eficacia de la oración está en razón directa de nuestra confianza.
Pero hacemos notar que no se trata de la confianza en la oración, sino de nuestra confianza en Dios. No hay que tener fe en nuestra fe, sino fe en Dios. Creer en la bondad de Dios Padre, que me ha prometido darme todo lo que necesite, si se lo pido sin vacilar. Pero el problema que se suele dar es que el que vive en pecado habitual, el que es consciente de estar separado de Dios por un concreto estado de pecado, y más aún si el pecado concreto es de caridad (odiar o sentir rencor por otros) influye en que disminuya su confianza, y que por tanto su oración sea ineficaz. Por eso el santo es el que más recibe, no porque sea santo, sino porque confía más que nosotros en el amor de Dios. Está más unido a Él y conoce bien su infinita Bondad y su deseo de dar.
“Por medio de la confianza obtendrán copiosísimas gracias para sí mismas y para otras almas. Quiero que profundicen esta verdad porque quiero que revelen los caracteres de mi Corazón a las pobres almas que no me conocen” (El Señor a Sor Josefa Menéndez)
Hay personas que afirman: Le he pedido a Dios que me diera dinero para poder atender a mi hijo que estaba muy enfermo y no me ha escuchado. Conclusión: Dios no me ha oído, luego no existe. Y desde entonces su confianza actual en Dios se ha reducido a cero
NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA
Si tú tienes la fortuna de saber de un modo cierto “lo que realmente quieres”, tendrás mucho adelantado al hacer tu oración, pues no andarás vacilando de una petición a otra.
Suponiendo que sepas lo que quieres, queda aún por averiguar: ¿Es esto lo que te conviene? Aquí entran de nuevo las vacilaciones. Cristo Nuestro Señor no se comprometió a darte siempre lo que más te conviniera, sino lo que le pidieras con confianza. Por ejemplo. San Francisco de Borja, antes de entrar a jesuita, rezaba por la salud de su esposa enferma con total confianza. El Señor se le apareció y le dijo: “Te concedo lo que me pides: la salud de tu esposa, pero te advierto que ni a ti ni a ella os conviene”. El santo entonces, aceptó con generosidad la voluntad de Dios y su esposa falleció a los pocos días. Por eso, cuando pedimos a Dios algo –sobre todo si es material o de orden natural- conviene que añadamos, al igual que San Francisco de Borja o el mismo Jesús en el Huerto de los Olivos, “no se haga mi voluntad, sino la tuya”. O bien: “Que se haga, Señor, como tu dispongas”.
Había un padre muy querido en una poderosa ciudad. Enfermó de tifus, y, a pesar de haberle dado la mejor asistencia, siendo asistido por los mejores médicos, su fin se acercaba irremisiblemente, en opinión de los facultativos. Pero fueron tantas y tan fervientes las oraciones que por su salud se hicieron, que finalmente sanó, siendo el caso considerado, por muchos, como milagroso. La oración había triunfado….Dos años más tarde moría en un sanatorio mental, presa de una locura espantosa… Una de las personas que más había rogado, nos decía compungida: “¡Cuánto mejor hubiera sido que muriera de tifus!”. (Cf. Padre Heredia. Pág. 91 Una fuente de Energía)
De aquí deducimos una cosa bien clara: si al orar no nos ponemos en las manos de Dios, diciéndole: “Hágase tu voluntad”, llevamos siempre las de perder, aun en el caso de que nos conceda lo que pidamos
Sobre esto, en concreto, dice San Agustín:
<
Esto no quiere decir que no pidamos. Todo lo contrario. Hay que pedirle muchas cosas, todas las que necesites, pero mostrándole en esta petición, nuestro sincero deseo de que se cumpla sólo Su santa Voluntad, demostrando con este gesto lo mucho que nos fiamos de Él. La Voluntad de Dios es siempre lo mejor y el mayor bien para el hombre. Este ejercicio continuo de pedir y dejarnos en sus manos irá formando en nosotros el verdadero hábito de la oración y de la confianza. Y esto nos dará paz. Paz aun en medio de la tribulación, la enfermedad o la soledad. Hay personas que nunca tienen paz, porque no terminan de confiar en Dios, y porque creen que sólo si Dios les da lo que ellas creen bueno estarán contentas. Debemos, por tanto, acostumbrarnos a pedir y a depender después de Dios en nuestra petición, que es lo que Cristo nos enseñó de palabra y con el ejemplo.
Pero si, a pesar de todo, nosotros queremos hacer nuestra propia voluntad y continuamos pidiéndole a Dios lo que queremos, considerando que nuestra felicidad está en que me dé aquello y sólo aquello que yo interpreto como lo mejor para mí, puede ocurrir que Él, en algunas ocasiones, te lo conceda, pero…no te quejes después si el resultado no era como tú habías imaginado. Como dice el refrán: “Tú lo quisiste, fraile mostén; tú lo quisiste, tú te lo ten”(sic) (por mariamensajera @ 14:41
Finalmente hay que permitir que Dios entre en nuestra corazón, en nuestra mente y en nuestro espíritu, pero esa entrada debes desearla, quererla sinceramente, espontáneamente, decisivamente, solamente así tendremos la seguridad de que el proyecto de salvación elaborado por Dios para ti, para mi y para todos, se cumpla. Animo, gozo, alegría….
ETIQUETAS: TRIUNFAR Y PENSAR, VISUALIZAR Y TENER FE, DIOS Y FUERZA
No hay comentarios:
Publicar un comentario