VÍDEOS REFLEXIVOS: “EL DULCE SABOR DE LA SOLEDAD”
Por Prof. Dr. Mervy Enrique González Fuenmayor
Maracaibo, Estado Zulia, República de Venezuela, América del Sur
Grabado el viernes 04 de julio de 2008
Trasladado a la red el martes 15 de julio de 2008
Un sector dominante de las ciencias pretende establecer como verdad absoluta que la soledad no es buena para el Ser Humano, incluso el refranero popular ha acuñado una expresión de frecuente repetición: “La soledad es mala consejera”. Desafortunadamente tendremos que desencantar con nuestro disentimiento a quienes así piensan. La soledad ha sido estudiada, analizada y hasta tratada por médicos, sociólogos, psicólogos, filósofos y otros entendidos, como una especie de mal, de karma, de situación dramática y calamitosa para aquel que la vive. No obstante estas aseveraciones aunque algunas bien documentadas y demostradas según el positivismo que domina nuestra época, no pasan de ser una reflexión o un acierto puramente humano. Con esto se quiere expresar que la soledad, mirada desde la perspectiva estrictamente humana pudiera atraer todas esas situaciones referidas anteriormente. Pero cuando se tiene fe y creencia en la existencia de un Dios bueno, misericordioso, justo, piadoso y salvador, entonces la percepción y definición que de la soledad se tenga cambiará inmediatamente. La soledad es por el contrario una oportunidad magnífica para quien quiere volcar su mirada hacia su propia interioridad, buscando transformarse y entender las causas y antecedentes de su forma de proceder. Es la soledad una gran aliada cuando se pretende escuchar nuestra propia voz, y además si se quiere tener un diálogo sin ningún tipo de cortapisas con el Señor, con nuestro Dios. El Ser Humano debería buscar más los momentos en los cuales pudiese estar solo, ya que en estos períodos se le permitirá manejarse libremente sin límite alguno, ya que cuando se accede a estadios de relajación, de reflexión y meditación, el tiempo y el espacio dejan de ser una limitante, lo que hace plausible una búsqueda más completa, profunda, eficiente y benéfica de todos los aspectos de nuestra personalidad. La soledad, como ya lo afirmó alguna vez un filósofo, es la forjadora de grandes proyectos y cosas. El hombre de hoy evade la soledad, y lo hace porque tiene temor de encontrarse, porque le teme a la visión revisora de nuestro buen Dios, le teme a la determinación que pueda efectuar de sus propios errores, le teme a saber definitivamente quién es él. Y en esta evasión pierde la oportunidad más grande que se le puede conceder a ser humano alguno: el encuentro con Dios.
Cuando se pierde el camino hacia Dios, o sencillamente no se quiere transitarlo, las posibilidades de transformación interior y de nuestros patrones de conducta se alejan irremediablemente ocasionando la pérdida de nuestra alma. Oremos pues para que el Señor nos dé la oportunidad de mantener un diálogo franco con Él, motivándonos a buscar la soledad para que el mismo se realice.
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