jueves, febrero 19, 2009
LA NOTA CORTA "¿LA VANIDAD... MODA,ACTITUD,RESENTIMIENTO O COMPLEJO DE INFERIORIDAD?".
LA NOTA CONTRA. "¿LA VANIDAD... MODA,ACTITUD,RESENTIMIENTO O COMPLEJO DE INFERIORIDAD?".
.POR PROF. DR. MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR.
Maracaibo. Estado ZULIA. República de Venezuela. América del Sur.
Redactada y publicada en la red: jueves 19 de febrero de 2009.
El hombre es. La sombra parece.. El hombre pone su honor en el mérito propio y es juez supremo de sí mismo; asciende a la dignidad .La sombra pone el suyo en la estimación ajena y renuncia a juzgarse; desciende a la vanidad. Hay una moral del honor y otra. de su caricatura: ser por parecer. Cuando un ideal de perfección impulsa a ser mejores, ese culto de los propios méritos consolida en los hombres la dignidad; cuando el afán de parecer arrastra a cualquier abajamiento, el culto de la sombra enciende la vanidad. (INGENIEROS José. "EL HOMBRE MEDIOCRE". Caracas. Venezuela. Editorial Panapo.. 1986. Pág. 95).
Durante toda nuestra existencia vamos a encontrarnos en nuestras interrelaciones personales con estos dos tipos de personajes: el hombre, la persona que gracias a su esfuerzo, a la claridad de sus propósitos y objetivos, a la ética y a la moral con la cual estan bañados estos últimos, logra el éxito, el triunfo, el reconocimiento social, el desarrollo individual como familiar con proyección hacia la sociedad y el colectivo. Se trata de personas que valoran en justa medida el esfuerzo, la inteligencia, la razón, la virtud, la justicia, la verdad, la solidaridad y todos esos condimentos tan necesarios e imprescindibles para la preparación de una buena ración alimentaria de exquisito gusto,agradable efecto a nuestros sentidos y de fácil desplazamiento por nuestros molinos internos.
Por otro lado nos tropezaremos con el hombre sombrío, aquel individuo que como bien lo afirma Ingenieros que está edificado, construido, elevado sobre la sombras, y la sombra no es la realidad, se parece pero no es. De allí la gran diferencia entre el hombre exitoso y aquel que iniciando su vuelo de la sombra desciende hacia la vanidad. Esta actitud, esta forma de ser, este patrón conductual que revela la existencia de la superficialidad, de lo superfluo, de lo poco sustancial de un ser humano. La vanidad, ha sido y ,es conforme a la enseñanza bíblica, una de las conductas más dañinas que el hombre puede ejercitar. Me permito traer a colación algunas notas sobre la vanidad vinculadas con la palabra de Dios, con la bíblia, están notas son comentarios de dominio publico, por lo que no requieren de la cinta bibliográfica o pie de imprenta."El término "vanidad" aparece 75 veces en la Biblia (Reina-Valera 1960). Su uso es mayoritario en el libro de Eclesiastés (28 veces), siguiéndole Salmos (10 veces). Otros libros como Isaías y Jeremías empatan con 8 registros de esta palabra.
El los Salmos, "vanidad" se usa como un adjetivo de la naturaleza humana; pasajera, mortal, perecedera y débil. Figura, también, asociada a la necedad o mentira (Sal. 144:8).
En Eclesiastés, se usa para reflejar lo tedioso y pasajero de la vida; la rutina que nos absorbe y que poco aporta para lo que realmente hace trascendente nuestra vida: el respeto y asombro ante Dios (Ecl. 12:14). Alude también al esfuerzo humano por buscar y construir la felicidad por sus propios medios; proyecta la fugacidad del gozo para quien lo busca sin Dios (Ecl. 2:1, 11). Incluso el conocimiento y la riqueza, como base de nuestro intento por darle sentido a nuestra vida, carece de trascendencia; es pasajero, es vano (Ecl 2:15; 4:8). Todo lo que no dura, lo que es perecedero, no es importante ante la fugacidad de la vida. Eclesiastés presenta que aquello no brinda felicidad ni paz ante la inminente muerte de todo ser humano.
En Isaías se refleja la idolatría (Is. 41:29) y la necedad de no buscar a Dios (44:9-18) con esta palabra. Los planes y proyectos personales que interfieren con la voluntad perfecta de Dios, también son retratados con este término (Is. 58:9; 59:4). Jeremías sigue una línea de pensamiento muy similar. Reitera la noción de "vanidad" como idolatría (Jer. 10:3-5) y la necedad de ignorar a Dios (Jer. 14:14). La noción de mentira o engaño también está presente (Jer. 16:19).
Las dos veces que aparece en el NT (Rom. 8:20; Efe. 4:17) se usa el mismo vocablo griego "mataiotes". Significa básicamente, vaciedad, futilidad, frustración y transitoriedad. Son términos actuales que reflejan muy bien la condición humana sin Dios; condición que se alcanza cuando no se alimenta el corazón y la mente con los principios de vida divinos, ni se busca la gracia de Dios para satisfacer nuestra carencia.
Hasta aquí, hemos visto que en realidad no se habla de joyas, pinturas, modas, etc., con lo cual normalmente asociamos "vanidad" estos días. Sin embargo, los principios y actitudes en juego son los mismos que llevan a alguien a buscar en esta "vanidad moderna" la felicidad, proyección o realización personal. El énfasis en la belleza y lo estético para fomentar un modelo de vida ideal está lejos de ser el correcto. La belleza y la salud no son eternos; son pasajeros, son vanos. Enfatizar y depender de un elemento estético, vanidoso, para ser "alguien" en la vida es el camino equivocado. Tan equivocado como era para el pueblo de Israel adorar a ídolos que nada podían hacer, o hacerle caso a mentiras que nada podían hacer para cambiar la realidad de sus faltas contra Dios. Es confiar y depender de factores superficiales, externos y pasajeros, lo que constituye el problema básico de la vanidad en cualquiera de sus formas.
Es en este contexto, que Pablo y Pedro entregan sus consejos a la iglesia cristiana. La iglesia estaba iniciándose, y se encontraba expuesta a muchas influencias que la podrían llevaSEr a quitar sus ojos de la eternidad y fijarse más en las cosas que brillan y encandilan de este mundo. Pablo escribió "Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad" (1 Tim. 2:9, 10). Pedro agrega "Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujos filósofo os, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios" (1 Ped. 3:3, 4).". Es de pertinencia aclarar que no le solidarizó con esas opiniones y dejó al lector la formación de su propio criterio.
El propio José Ingenieros en la obra ya citada, nos señala que: "Del amor propio nacen las dos; hermanas por su origen como Abel y Cain. Y más enemigas que ellos, irreconciliables. Son formas diversas de amor propio. Siguen caminos divergentes. La una florece sobre el orgullo,celo escrupuloso puesto en el respeto de sí mismo; la otra nace de la soberbia, apetito de culminación ante los demás. El orgullo es una arrogancia originaria por nobles motivos y quiere aquilatar el mérito; la soberbia es una desmedida presunción y busca alargar la sombra. Catecismos y diccionarios han elaborado a la mediocrización moral, subvirtiendo los términos que designan los eximio y lo vulgar. Donde los padres de la iglesia decía superbia, como los antiguos, fustigandola, tradujeron los zascandiles orgullo, confundiendo sentimientos distintos. De ahí en equivocar la vanidad con la dignidad que es su antítesis, y el intento de tasar a igual precio los hombres y las sombras, con desmedro de los primeros." (Ingenieros José, obra citada, pág. 95). Precisamente los intelectuales, los religiosos, los sociólogos y cualquier especialista que se atribuya "el don" de conocer, identificar, diferenciar y particularizar la vanidad y su diferencia con la virtud y el mérito, están envueltos en una confusión que no termina por acabar y que por el contrario sigue entronizándose en los límites del bosquejo borroso,de la amorfa figura que en el lienzo quiere materializar el artista. No en lo mismo la vanidad en la moda, que la vanidad en el criterio o en la trayectoria existencial, empero existe un mínimo común denominador, en todas ellas está presente la sombra que como dice José Ingenieros, parece pero no es. Son columnas sostener las de la vanidad: la soberbia, la autosuficiencia, la prepotencia y el desprecio por la virtud y el éxito ajeno. El vanidoso actúa creyendo tener el derecho de poseerlo todo, de merecer lo todo. No importa quién sea la persona que haya escogido como su competidor, el siempre creerá que está muy por encima de su contendor y de que si este último tuviera éxito, definitivamente sería inmerecido, pues en único que tiene que merecerlo es su enfermiza persona y sus actitudes desleales acomodaticias, dolosas, fraudulentas y cargadas innumerables subterfugios.
. "Ciertas preocupaciones reinantes en las mediocracias, exaltan a los domésticos. El brillo de la gloria sobre las fuentes elegidas deslumbran a los ineptos, como el hartazgo del rico encela al miserable. El elogio del mérito es un estímulo para su simulación. Obsesionados por el éxito, e incapaces de soñar la gloria, muchos impotentes se envanecen de méritos ilusorios y virtudes secretas que los demás no reconocen; creense actores de la comedia humana; entran en la vida construyendo su escenario grande o pequeño, bajo o culminante, sombrío o luminoso; viven con perpetua preocupación del juicio ajeno sobre su sombra. Consumen su existencia sedientos de distinguirse en su órbita , de preocupar a su mundo, de cultivar la atención ajena por cualquier medio y de cualquier manera. La diferencia, si la hay , es puramente cuantitativa entre la vanidad del escolar que persigue 10 puntos: en los exámenes, la del político que sueña con verse aclamado ministro o presidente, la del novelista que aspira a ediciones en 1000 ejemplares y la del asesino que desea ver su rostro los periódicos." (Ingenieros José, obra citada página 96).
Es prácticamente una radiografía de la vanidad la que realiza José Ingenieros en el párrafo anterior y que compartimos en otro comentario que ya expresamos en líneas iniciales. Ya se ha dicho el daño prácticamente inmedible que la causa la vanidad. Ya es tiempo de ir pensando en abandonarla, si es que estamos incursos en ella. Por lo demás si queremos ser verdaderamente cristianos, si realmente queremos ser testigos auténticos de Jesucristo y de su palabra, debemos arrancar definitivamente la vanidad de nuestro corazón, de nuestra mente y de nuestro espíritu. Una pequeña ojeada por la historia de la humanidad y por los episodios narrados en la Biblia, será más que suficiente para concluir que dondequiera que la vanidad ha sido la fuente motivadora de conductas y actitudes, los resultados siempre fueron, son y serán funestos para el individuo, para la sociedad y para la humanidad. Lo más grave es que el daño generado apareja la pérdida de nuestra alma inmortal. Así que a combatir la vanidad, con mucha virtud, con mucha justicia, con mucha verdad, con mucha humildad, con mucho esfuerzo, con mucha fe y con ése gran amor ilimitado por los preceptos y designios de nuestro señor. Ruego a Dios, a nuestra virgen madre María, madre de milésima de nuestra que interceda por nosotros para que la vanidad nunca llegue a tocar otras fuerzas y si ya lo ha hecho que abandone para siempre el templo santo de nuestro cuerpo. Amén y amén...
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