Podría causar hilaridad la expresión que le sirve de título a estas reflexiones. No obstante si en algún momento de nuestra vida nos propusiéramos a examinar detenidamente dicha expresión, concluiremos que efectivamente esa expresión tiene ciento por ciento de verdad. En la palabra de Dios se explana de manera clara y muy precisa y categórica que todo aquel que pide recibe. La sociedad, las ciencias y todas sus leyes convergen en afirmar que cuanto más se pida más posibilidades habrá de recibir. Al extremo de que muchos consideran que él no pedir prácticamente se convierte en un no recibir. Para ello parten de la premisa según la cual para recibir es necesario pedir, pues absolutamente nadie puede saber exactamente lo que tú quieres, de allí que sea necesario pedir y hacerlo de manera constante, frecuente y periódica. En las primeras etapas de la vida de un niño es extraordinario observar como el bebé recién nacido desarrolla un conjunto de mecanismos, recursos y estrategias para pedir y recibir, en principio el alimento que necesita para vivir y en otros términos, todo aquello que deseé conseguir. Así es la vida del ser humano, necesitamos pedir para que se nos dé. También es cierto que debemos de desplegar un conducto de actividades y esfuerzos para materializar lo que hemos pedido, dicen por allí " que nada gratis ", " que todo cuesta ", "que con amor no se va al supermercado", " que amor con hambre no dura y si dura no perdura”. Todas estas expresiones, máximas y sentencias también son verdaderas. Pero lo que no se puede negar y por el contrario hay que reafirmar es que todo aquel que pide recibe aunque sea en minúsculo grado de lo que pidió. Eso lo sabe Dios y por ello el nos motiva a pedir, a requerir del padre, del hijo y del espíritu santo lo que necesitemos, pues el padre que está en los cielos conoce vuestras carencias y como el padre también necesita "oír" las necesidades de sus hijos y alegremente proveérselas. Esas razones nos instan a pedirle a Dios, a solicitarle que nos provea de cuanto necesitamos y muy especialmente de los dones espirituales, de la riqueza emocional y espiritual, que nos sacie de nuestra sed de justicia, que nos prodigue un excelso, dulce y grande amor, que nos conceda la sabiduría para poder vivir una vida en santidad, en armonía con Cristo, nuestra santísima virgen madre María, con los santos, con los apóstoles, con los mártires, con los desheredados de la tierra, con los que no tienen voz, para que a través de la misericordia y de la piedad nosotros podamos ofrecerle al mundo la solidaridad, la buena disposición, el buen trato, el auxilio y el amor a nuestro prójimo y a todas las cosas que el señor nos ha regalado en este mundo, pero fundamentalmente que nos conceda un corazón humano, no de piedra, que nos haga humildes como él lo es, y que nos concede la santidad para ganar el cielo y poder estar junto a él hasta el final del tiempo. Dios yo te amo, Jesús yo te amo, espíritu santo yo te amo, virgen María santísima yo te amo, ángeles del cielo los amo, santos y apóstoles yo les amo, mártires y venerables yo les amo, beatos yo les amo, hombres y mujeres de bien yo les amo, prójimo mío yo te amo, a ti señor Jesús te alabo, te amo, te adoro y te bendigo. Amén y amén
jueves, junio 12, 2008
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