LA NOTA CORTA
"¿LA VIDA: FUNCIÓN DE CINE CONTINUADO?"
POR PROF. DR. MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR.
MARACAIBO .ESTADO ZULIA.REPÚBLICA DE VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR.
TRASLADO A LA RED EN DOMINGO 26 DE OCTUBRE DE 2008.
El desarrollo de la sociedad, las relaciones entre seres humanos, la complejidad de la vida actual, la aparición de nuevas instituciones y con ellas la nueva tecnología, los novedosos métodos pará lograr una productividad óptima, así como el cambio o transformación de la persona humana en tiempo presentes, han sido las notas características, acentuadas y que le imprimen a estas últimas generaciones ,elementos identificadores muy propios y que abismalmente lo separan, por ejemplo de la generaciones del siglo 18, del siglo 19 y yo diría de la primera parte del siglo veinte.
La vida, propiamente hablando, la manera de vivir ha cambiado sustancialmente. Hoy el tiempo es el enemigo fundamental del ser humano. Aunque existen excepciones. La mayor parte de los seres humanos vive sujeto, subordinado, esclavizado a las manecillas de un reloj, es decir del tiempo. Pretende vivir su vida como que si fuese una función de cine continuado, en la cual no existe posibilidad de inmovilización, de parálisis, de detenimiento, de espera, de pausa, de quedarnos quietos aunque sólo fuesen breves minutos o por contados segundos. Es triste, cruel, pero es la verdad. Los afanes, los compromisos laborales, sociales y de cualquier otro tipo, nos marcan la pauta, el camino, la ruta que debemos seguir. Y en ese vivir acelerado, velocista, desaforado, se pierden lo momentos más importantes de nuestra vida y que se relacionan con el compartir o nuestro seres queridos, con nuestros padres, con nuestros hermanos, con nuestra esposa, con nuestros hijos, con los seres que nos aman, en fin con nuestro entorno.
Creemos que si cumplimos con las metas trazadas desde el punto de vista académico, laboral, político, económico, social, la felicidad estará a nuestro lado. ¡¡¡ Vana ilusión!!! La felicidad no se asocia ni con el dinero, ni con la posición social, política, económica o académica. La felicidad es un estado espiritual, mental y emocional. La felicidad no puede colmarse ni traducirse en el vulgar materialismo, en el atesorar cosas y dinero, en lograr reconocimientos y títulos académicos, no. Quien vive pensando que el dinero lo es todo, que el reconocimiento social basta para llenar nuestro ego o hacerlo feliz, está totalmente equivocado. El dinero te permite comprar cosas, pero no la felicidad. El dinero te permite acceder a un buen servicio médico pero no te garantiza salud. El dinero te asegura una vejez protegida y tranquila, pero no te asegura que llegarás a viejo. El dinero te asegura la adquisición de un buen carro, de una buena vestimenta, de una buena casa, pero no te asegura el uso grato de ese vehículo, la exhibición de esa indumentaria o la permanencia en esa casa. Lo mismo es aplicable a los títulos o reconocimientos académicos, sociales o de otra índole. Estas cosas por las cuales el ser humano se desvela, suma enemigos, multiplica sus males, penas, tristezas, tragedias y tribulaciones; pueden y deben ser sustituidas por cosas trascendentales, por cosas que realmente eleven el espíritu humano, que desarrollen los verdaderos valores de ese espíritu y que te permitan vincularte con Dios y con tu prójimo. En la medida en que nosotros nos amemos a nosotros mismos, con un amor espiritual y lo material, en esa misma medida podemos amar al señor y también al prójimo, . Nadie puede dar lo que no tiene. Si no tenemos amor para nosotros, no podremos darle amor a quienes nos rodean, a aquellos que son compañeros de ruta y de camino, a aquellos que comparten nuestra vida, nuestra labor y nuestro ciclo vital. De la abundancia del corazón habla la boca, esta que es una expresión bíblica, se aplica contundentemente a estas reflexiones. Si vivimos nuestra vida aceleradamente y no nos detenemos, si no hacemos una pausa en ese trajinar, nunca nos daremos cuenta que lo verdaderamente importante no es el logro de esas metas que justamente hemos alcanzado. Lo verdaderamente importante es que esos logros cumplan una función eminentemente social y que puedan ser utilizados por la humanidad, por la sociedad, en beneficio de los que menos tienen, de los desprotegidos, de los pobres de solemnidad, de los pobres más pobres.
Entonces, amigo y amiga lectora la felicidad no es un asunto de metas ni de objetivos. Vivir la vida tranquila, en paz, con alegría, en franca reconciliación con los demás y con Dios, no requiere ser especialista, profesional, filósofo o P. H. en cualquiera de las ciencias. Basta como ya se ha dicho en párrafos anteriores tener la disposición, el deseo sincero de querer ser felices y con seguridad lo lograrás. Claro que esta felicidad resulta vinculada íntimamente con el color del barniz que le has colocado a tu vida. Si ese color, es el color de la verdad, de la justicia, del amor, de la solidaridad, de la caridad, del bien y de la bondad, y el reconocimiento de Dios como único salvador, orientador y guía, la felicidad será un hecho cumplido. Por el contrario si ese color con el cual has pintado tu vida es el de la injusticia, de la mentira, del fraude, de los vicios, del mal ajeno, del abuso, de las drogas y del desconocimiento de los preceptos de Dios, con toda certeza te digo que la felicidad huirá de ti y de tu prole.
Es necesario que hagamos una pausa en nuestra existencia, en nuestro vivir, para que meditemos, valoremos y precisemos acerca del sentido, resultado y logros trascendentes en nuestro diario vivir. Preguntarnos si hemos cumplido con Dios, con los demás y con nuestro prójimo. ¿Cuál ha sido nuestro aporte a la humanidad? ¿Qué cosa de valor le hemos dado a la sociedad? ¿Hemos hecho todo lo que realmente podíamos en un momento determinado? Por ello conviene no hacer una pausa en nuestra vida, sino varias pausas. Nuestro estado de ánimo, las propias circunstancias, los propios momentos que nos toca vivir, serán el termómetro necesario y útil que nos indicará cuando debemos hacer esas pausas. Mantengamos una estrecha vinculación y diálogo con nuestro Dios, con nuestro señor, para qué podamos advertir más fácilmente el momento de las pausas. Hay que prestar mucha atención a nuestro corazón, a nuestra mente, a nuestro espíritu. Aprendamos a escuchar nuestras voces internas, ellas también podrán advertirnos sobre los momentos y tiempos en que tenemos que detener la función de cine continuado en la cual hemos transformado nuestra vida, para orillarnos, para colocarnos a la vera del camino, en orden a reflexionar, a pensar, a meditar sobre nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro . Quiera Dios que estas reflexiones puedan ayudarnos a transformarnos en mejores cristianos, mejores humanos y mejores ciudadanos. Ánimo, gozo, alegría...
ETIQUETAS: cine, función continuada, nadie solemnidad, dinero, felicidad, filósofo,
domingo, octubre 26, 2008
LA NOTA CORTA. " ¿ LA VIDA: FUNCIÓN DE CINE CONTINUADO ? "
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