viernes, octubre 09, 2009

LA NOTA CORTA.”SOY UNA PERSONA REALIZADA…” ¿AFIRMACIÓN DEL AUTOSUFICIENTE?*** “Dirigiéndose a todos, declaró: Si alguien quiere ser mi discípulo,...




LA NOTA CORTA.”SOY UNA PERSONA REALIZADA…” ¿AFIRMACIÓN DEL AUTOSUFICIENTE?*** “Dirigiéndose a todos, declaró: Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga.” Lucas 9:23
POR PROF. DR. MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR
MARACAIBO.ESTADO ZULIA.REPÚBLICA DE VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR.
REDACTADA YPUBLICADA: VIERNES 09 OCTUBRE 2009.

Está afirmación es más frecuente, común y repetitiva, de lo que uno piensa. La expresan mayoritariamente los académicos, científicos, investigadores de la ciencia, catedráticos universitarios, profesionales, empresarios económicamente fuertes, políticos encumbrados, o hasta algún imbécil o infeliz que cree tener algunas cualidades o dones que lo diferencian de los demás, y que también la repiten.

Los lectores, tal vez , podrán preguntarse: ¿Acaso el que más sabe, comprende y estudia, no está en capacidad de precisar sus limitaciones, mejor que aquel ,que es ignorante, que tiene poca cultura o muy pocos sabe? La respuesta es afirmativa. Claro que la persona educada, bien formada, con niveles culturales aceptables, las personas letradas profesionales o no, científicos, los universitarios y en general los autodidactos , deben y tienen que discernir que no es posible ser autosuficiente, es decir bastarse asimismo, para enfrentar cualquier situación por difícil que sea y encontrarle la solución a la misma. "Vanidad de vanidades", el hombre como criatura de Dios, creada a su imagen y semejanza, no es capaz ni siquiera de aumentarle un centímetro a su estatura, ni mucho menos controlar su futuro, ni vencer al hecho natural de la muerte. "Del polvo eres y al polvo volverás".

La sabiduría del hombre es amabilidad de la ciencia. La necedad es la presunción con la cual se ejecutan y realizan los hechos humanos.. Ni la una ni la otra pueden competir con la verdadera sabiduría que viene de lo alto, que procede de Dios, que dimana de su omnisciencia. El hombre cultiva la ciencia y agrega conocimiento a su vida. La sabiduría del hombre por lo regular es acumulación de conocimientos y de información variopinta. Es cultura. Es letra. Pero la sabiduría deviene del corazón. El conocimiento está en la razón, en la inteligencia, en la capacidad y el intelecto. Es la sabiduría de un regalo de Dios. Para tener sabiduría no es necesario ser un brillante filósofo, científico, académico, profesional, un gran empresario o político. Antes por el contrario, la sabiduría desciende sobre los pobres de espíritu, los limpios de corazón, sobre los que confían en Dios y en el han puesto sus esperanzas, con una fe sólida, monolítica, irrefutable e incuestionable.

A quien posee sabiduría, jamás le escuchará usted decir, que es autosuficiente. El sabe que solamente Dios es el autor de todos nuestros triunfos, éxitos, alegrías, felicidad, prosperidad y muchísima paz. Leí un artículo recientemente que me pareció muy importante, a propósito de estas personas que juegan a ser Dios, que se consideran Dios, pero que al llegar al ocaso de sus vidas o vivir una situación grave o de dificultad a la cual la aplicación de sus conocimientos no han dado resultados efectivos para resolverla, más rápido que inmediatamente, inician el camino del encuentro personal con Dios. No espere usted amigo lector que eso le ocurra. Compartiré con ustedes este hermoso y muy pedagógico artículo que nos hará reflexionar profundamente sobre la circunstancia de que nuestra realización no depende de nosotros sino de Dios. Claro está que es necesario que el hombre desarrolle los esfuerzos adecuados tendentes a lograr lo que se propuso. Pero de allí ,a que afirme que es una persona realizada, existe una distancia abismal, puesto que la realización es una obra que no se termina mientras dure nuestra existencia y además porque esa realización está sujeta al cumplimiento de las tareas que componen el proyecto de salvación particular, que Dios tiene para cada uno de nosotros. Prestemos nuestra atención y veamos con detenimiento las siguientes líneas:


“Cuando uno se decide a acometer una empresa sin contar con los suficientes medios para llevarla adelante, solemos decir que “va a la guerra sin fusil”. O sea, que es un temerario, pues arriesga su vida sin estar ni siquiera mínimamente equipado para asegurar un feliz resultado en el cumplimiento de su propósito.
Y, leyendo el Evangelio de hoy, tal vez también podríamos decir que nuestro Señor manda a sus apóstoles a la “guerra sin fusil”. Hoy se nos presenta Jesús confiando a sus apóstoles la gran misión evangelizadora. Los manda a predicar, a ser sus heraldos y misioneros. Pero lo curioso es que los manda sin nada, no les da medios, no los equipa para su tarea. Les encarga que lleven un bastón, pero nada más: ni pan, ni alforja, ni dinero. Les dice que lleven sandalias, pero no una túnica de repuesto. Los quiere desprovistos de todo. Sin nada. Sólo les permite lo mínimo indispensable para poder caminar: o sea, los manda como peregrinos e itinerantes, casi como aventureros. ¡El Señor se pasa!
Pero aún hay algo más sorprendente todavía. No sólo los manda sin nada, sino que -si se nos permite hablar así, sin ofenderlos- ellos mismos son “nada” a los ojos del mundo. Los apóstoles elegidos por el Señor para esta grandísima misión no eran sino unos pobres pescadores, iletrados e ignorantes. Amós, enla primera lectura, nos narra, como en un relámpago, su vocación; y resume así el llamado de Dios: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos, y el Señor me sacó de junto al rebaño para enviarme a profetizar” (Am 7, 15). Más tarde, Pablo diría algo muy semejante a los corintios: “Y si no, mirad, hermanos, vuestra vocación; pues no hay entre vosotros muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Antes eligió Dios la necedad del mundo para confundir a los sabios, y a la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes; y lo plebeyo del mundo, el desecho, lo que no es nada, lo eligió Dios para anular lo que es” (I Cor 1, 26-28).
Y, ¿por qué actúa así el Señor? Porque quiere que pongamos toda nuestra confianza no en nosotros mismos, sino sólo en El; no en nuestras seguridades humanas -medios materiales, dinero, poder, estructuras supersofisticadas, etc.-, sino en el poderde su gracia. Obviamente, los instrumentos humanos son necesarios, pero son solamente eso: ¡medios, no fines! Y el Señor se puede valer de cualquier medio, incluso de los más viles y despreciables, para hacer su obra. Como también puede prescindir totalmente de esos instrumentos humanos, si El así lo prefiere. De esta manera, brillará en toda su pureza la maravilla del poder de Dios. Es El quien actúa y hace sus obras como quiere. Nosotros sólo somos unos pobres instrumentos en sus manos. Y lo único que hace falta es que no le estorbemos y pongamos nuestro microscópico granito de arena.
Y es que Dios así obra en nuestras vidas. Las matemáticas de Dios no son como las matemáticas de los hombres. Y ya nos ha dado muchísimas pruebas de ello. A David, un muchachillo inexperto, lo manda a pelear contra el gigante Goliat, un soldado enorme, robusto, gorilesco, adiestrado para la guerra, el llamado “campeón de los filisteos”, y que venía armado hasta los dientes, como un “panzer” de carne, hueso y hierro. Y el pobre de David viene sin armaduras, sin lanza ni espada; sólo trae una honda y cinco miserables piedritas. ¡Y eso será suficiente para derrumbar al soberbio e invencible Goliat!
A Gedeón le pide Yahveh que se quede sólo con trescientos hombres para ir a luchar contra los madianitas. ¡Treinta mil eran demasiados! Al Señor le bastan unos cuantos para hacer frente a un ejército de miles y miles de enemigos. ¡Y así los venció!
Y nuestro Señor fundó su Iglesia sólo con doce pobres pescadores, penetró en el Imperio romano y conquistó el mundo entero para Sí. Y sin el poder de las armas, ni riquezas, sin ruidos ni violencias. Y desde entonces la historia se viene repitiendo: multitudes de santos, de mártires y de vírgenes han vencido al mundo con su pequeñez y su pobreza; pero también con la grandeza indomable de su fe y de su amor ardiente. En la historia de todas las fundaciones de congregaciones religiosas se repite el mismo fenómeno: han nacido sin nada, sin medios, y los hombres más ricos y poderosos las han visto crecer y florecer apenas sin recursos materiales. De verdad que Dios hace milagros y realiza obras maravillosas con instrumentos ineptos, pobres y tremendamente desproporcionados a las necesidades.
Así actúa Dios en nuestras vidas para que no vayamos a pensar que somos nosotros o nuestras cualidades personales -inteligencia, sabiduría, fuerza, experiencia, etc.- las que consiguen el triunfo o las que salvan alos demás, sino el poder del Señor. Somos, de verdad, como unos pobres inmigrantes en tierra extranjera; desprovista de todo, sin medios, tal vez incluso marginados en muchos aspectos. Pero con Cristo todo lo podemos, como afirmaba Pablo (Fil 4,13). Y el mismo Apóstol decía: “yo no me gloriaré sino en mis flaquezas, porque en la flaqueza llega al colmo el poder... Muy gustosamente me gloriaré en mis debilidades para que habite en mí la fuerza de Cristo, pues cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte” (II Cor 12, 5ss). Lo único que importa es que sepamos confiar totalmente en Dios y no en nuestros propios medios porque así residirá en nosotros la fuerza de Cristo. Y sólo con El sólo somos fuertes y poderosos. Sólo así, con Cristo, Dios podrá obrar milagros a través de nuestra pequeñez, como lo hizo con los doce apóstoles en los inicios del cristianismo “. (TOMADO DE “A LA GUERRA SIN FUSIL”. Domingo XV del tiempo ordinario, Ciclo B.Autor: Padre Sergio A. Cordova, L.C. Fuente: catholic.net (con permiso del autor)



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