domingo, noviembre 02, 2008

ARTÍCULO. ¿ A PROPÓSITO DEL DIA DE LOS DIFUNTOS...LA RESURRECCIÓN ES POSIBLE ?

Artículo ¿A PROPÓSITO DEL DÍA DE LOS DIFUNTOS... LA RESURRECCIÓN ES POSIBLE?

POR PROF. DR. MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR.
MARACAIBO.ESTADO ZULIA. VENEZUELA. AMÉRICA DEL SUR.
DOMINGO 02 DE NOVIEMBREDE 2008.


Este artículo está redactado con el propósito de llevar al lector los fundamentos en los cuales se afianzan las verdades relativas a la resurrección, al hermoso privilegio que tenemos nosotros como hijos y criaturas de Dios de poder acceder a la vida eterna, gracias al sacrificio puro, limpio y sin mancha, que Jesucristo el unigénito, el hijos de Dios, ofreció y sufrió, con una muerte, y una muerte ignominiosa de cruz y con la cual llevó sobre sus hombros todos nuestros pecados, clavándolos en la Cruz, pagando así el precio por todas nuestras acciones y omisiones pasadas presentes y futuras. En esta primera parte del artículo recordamos algunas reflexiones que hicimos con motivo del comentario al vídeo reflexivo de mi autoría: " ¿LA RESURRECCIÓN DE POSIBLE? ", que puede verse en los blogs: www.mervyster.blogspot.com y inemegf.blogspot.com, de fecha tres de marzo de 2008. Dicho comentario se resume así:
“En apenas ocho minutos es muy difícil tratar de entender las verdades que encierra la resurrección. En la escritura sagrada pueden evidenciarse algunos episodios relacionados con la resurrección: la hija de Jairo, la de Lázaro el amigo de Jesús etc. . No obstante, siempre persistirá para algunos la duda en cuanto a la certeza de estos hechos. Poco importan para este tipo de personas los hechos que se mencionan en la palabra sagrada o las pruebas que pudieran presentarse a favor de la resurrección. Siempre ellas, me refiero a esas personas, navegarán en el mar de la incertidumbre. La razón es una , para todos ellos: no tienen fe, no creen en el Señor, no creen que existe un poder superior a nosotros. Es obvio que para ellos la verdad estará siempre oculta y vedada. Recordemos que la palabra del Señor también nos indica que la sabiduría de los hombres es necedad a los ojos de Dios y que es más fácil que a una persona limpia de corazón, humilde y carente de sabiduría o ciencia, se le dé a conocer el tesoro más grande que puede poseer humano alguno: la sabiduría, el discernimiento y la capacidad de poder seleccionar efectivamente lo bueno por encima de lo malo, la caridad, el altruismo, la justicia, la verdad, el perdón, la solidaridad, la sencillez, el amor al prójimo, el servicio los demás etc.. La resurrección no es un cuento, es una gran verdad. Jesús dijo yo soy el camino la verdad y la vida quien creen mi no morirá y aquel que hubiese muerto aunque esté muerto vivirá. De tal manera que no es a través del razonamiento o de las ciencia que podríamos fácilmente creer en la resurrección. Ojo, no estoy afirmando que no se pueda demostrar la resurrección a través de las ciencia o la razón. Esto último también es posible. Pero el camino es más tortuoso, lleno de prejuicios y cargado de la resistencia que ofrecen los muros, escudos y chalecos protectores utilizados por quienes transitan la vida creyendo que ellos son superiores a los demás y que por encima de su persona no existe alguien más ni mucho menos con mas poder que el. Ojalá que este vídeo y sus reflexiones puedan servir de algo y especialmente en aquellos que viven tiempos de oscuridad. Amén y amén... "

ALGUNAS CITAS BIBLICAS QUE FUNDAMENTAN LA CERTEZA DE LA RESURRECCIÓN:




Catecismo de la Iglesia Católica.
Con las últimas correcciones para la traducción en lengua española según la edición típica latina.
Primera Parte: La profesión de la fe - SEGUNDA SECCIÓN: LA PROFESION DE LA FE CRISTIANA - CAPÍTULO 1: CREO EN DIOS PADRE - Artículo 01: "CREO EN DIOS, PADRE TODOPODEROSO, CREADOR DEL CIELO Y DE LA TIERRA" - Párrafo 4: EL CREADOR.




IV EL MISTERIO DE LA CREACION


Dios crea por sabiduría y por amor


295 Creemos que Dios creó el mundo según su sabiduría (cf. Sb 9,9). Este no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar. Creemos que procede de la voluntad libre de Dios que ha querido hacer participar a las criaturas de su ser, de su sabiduría y de su bondad: "Porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad lo que no existía fue creado" (Ap 4,11). "¡Cuán numerosas son tus obras, Señor! Todas las has hecho con sabiduría" (Sal 104,24 "Bueno es el Señor para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras" (Sal 145,9).


Dios crea "de la nada"


296 Creemos que Dios no necesita nada preexistente ni ninguna ayuda para crear (cf. Cc. Vaticano I: DS 3022). La creación tampoco es una emanación necesaria de la substancia divina (cf. Cc. Vaticano I: DS 3023-3024). Dios crea libremente " de la nada" (DS 800; 3025):

¿Qué tendría de extraordinario si Dios hubiera sacado el mundo de una materia preexistente? Un artífice humano, cuando se le da un material, hace de él todo lo que quiere. Mientras que el poder de Dios se muestra precisamente cuando parte de la nada para hacer todo lo que quiere (S. Teófilo de Antioquía, Autol. 2,4).


297 La fe en la creación "de la nada" está atestiguada en la Escritura como una verdad llena de promesa y de esperanza. Así la madre de los siete hijos macabeos los alienta al martirio:

Yo no sé cómo aparecisteis en mis entrañas, ni fui yo quien os regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé yo los elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, os devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miráis por vosotros mismos a causa de sus leyes...Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos, sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia (2 M 7,22-23.28).


298 Puesto que Dios puede crear de la nada, puede por el Espíritu Santo dar la vida del alma a los pecadores creando en ellos un corazón puro (cf. Sal 51,12), y la vida del cuerpo a los difuntos mediante la Resurrección. El "da la vida a los muertos y llama a las cosas que no son para que sean" (Rom 4,17). Y puesto que, por su Palabra, pudo hacer resplandecer la luz en las tinieblas (cf. Gn 1,3), puede también dar la luz de la fe a los que lo ignoran (cf. 2 Co 4,6).


Dios crea un mundo ordenado y bueno


299 Porque Dios crea con sabiduría, la creación está ordenada: "Tú todo lo dispusiste con medida, número y peso" (Sb 11,20). Creada en y por el Verbo eterno, "imagen del Dios invisible" (Col 1,15), la creación está destinada, dirigida al hombre, imagen de Dios (cf. Gn 1,26), llamado a una relación personal con Dios. Nuestra inteligencia, participando en la luz del Entendimiento divino, puede entender lo que Dios nos dice por su creación (cf. Sal 19,2-5), ciertamente no sin gran esfuerzo y en un espíritu de humildad y de respeto ante el Creador y su obra (cf. Jb 42,3). Salida de la bondad divina, la creación participa en esa bondad ("Y vio Dios que era bueno...muy bueno": Gn 1,4.10.12.18.21.31). Porque la creación es querida por Dios como un don dirigido al hombre, como una herencia que le es destinada y confiada. La Iglesia ha debido, en repetidas ocasiones, defender la bondad de la creación, comprendida la del mundo material (cf. DS 286; 455-463; 800; 1333; 3002).


Dios transciende la creación y está presente en ella


300 Dios es infinitamente más grande que todas sus obras (cf. Si 43,28): "Su majestad es más alta que los cielos" (Sal 8,2), "su grandeza no tiene medida" (Sal 145,3). Pero porque es el Creador soberano y libre, causa primera de todo lo que existe, está presente en lo más íntimo de sus criaturas: "En el vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17,28). Según las palabras de S. Agustín, Dios es "superior summo meo et interior intimo meo" ("Dios está por encima de lo más alto que hay en mí y está en lo más hondo de mi intimidad") (conf. 3,6,11).

Dios mantiene y conduce la creación


301 Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término. Reconocer esta dependencia completa con respecto al Creador es fuente de sabiduría y de libertad, de gozo y de confianza:

Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la vida (Sb 11, 24-26) Tomado del c Catecismo de la Iglesia Católica. Caracas Venezuela. Ediciones Trípode. 1993. Pág. 77 y siguientes.

Por considerarlo de gran interés transcribo el comentario de la página CATHOLIC.NET del evangelio correspondiente al domingo 2 de noviembre de 2008:


"Amigo lector: permíteme que te haga una confidencia personal. ¿Sabes? A mí me gusta mucho meditar sobre la muerte. Y no por ser un tipo melancólico, pesimista o lunático, ni de carácter fúnebre o taciturno. Francamente no. Más bien, me considero una persona alegre y optimista, amante de la vida y de la aventura. Lo que sucede es que nos hemos acostumbrado a considerar la muerte como algo tétrico y negativo, y cuyo pensamiento debemos casi evitar a toda costa. Y, sin embargo, si tenemos una certeza absoluta en la vida es, precisamente, que todos vamos a morir.

Pero a mí, en lo personal, esta certeza no me atemoriza, para nada. Al contrario. Me hace pensar con inmenso regocijo y esperanza en el "más allá", en lo que hay después de la muerte. Y también me ayuda a aprovechar mejor esta vida. Pero no para "pasarla bien", sino para tratar de llenar mi alforja de buenos frutos para la vida eterna.

Alguien dijo: "Morir es sólo morir; morir es una hoguera fugitiva; es sólo cruzar una puerta y encontrar lo que tanto se buscaba. Es acabar de llorar, dejar el dolor y abrir la ventana a la Luz y a la Paz. Es encontrarse cara a cara con el Amor de toda la vida".

Es verdad. Lo importante de la muerte no es lo que ella es en sí, sino lo que ella nos trae; no es el instante mismo del paso a la otra vida, sino la otra vida a la que ella nos abre paso. Para quienes tenemos fe, la muerte es sólo un suspiro, una sonrisa, un breve sueño; y para los que vivimos de la dichosa esperanza de una felicidad sin fin, que encontraremos al cruzar el umbral de la otra vida, ésta no es sino un ligero parpadeo y, al abrir los ojos, contemplar cara a cara a la Belleza misma; es exhalar el más exquisito perfume -el de nuestra alma, cuando abandone el cristal que la contiene- para iniciar la más hermosa aventura y gozar del Amor en persona… ¡ahora sí, para toda la eternidad! La muerte no debería llamarse "muerte", sino "vida" porque es el inicio de la verdadera existencia.

El libro del Apocalipsis nos dice hermosamente que allí, en el cielo, después de la muerte "ya no habrá hambre, ni sed, ni calor alguno porque el Cordero que está en medio del trono, Jesús, los apacentará -a los que han entrado en la gloria- y los guiará a las fuentes de las aguas de la vida, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos" (Ap 7, 16-17). Ya no habrá tristeza, ni dolor, ni sufrimiento, sino amor completo y dicha sin fin. ¿No es emocionante y apetecible?

Nuestra Madre, la Iglesia, nos ha enseñado a ver con ojos muy distintos la realidad de la muerte, a mirarla con gran serenidad y a aceptarla con paz y esperanza; incluso con alegría y regocijo -si es viva nuestra fe- porque aquel bendito día será el más glorioso de toda nuestra existencia: el de nuestro encuentro personal con Dios, el Amor que nuestro corazón reclama.

¡Claro!, sólo es posible hablar así cuando tenemos fe. Por eso, los santos se expresaban de ella -de la muerte- con un lenguaje desconcertante para el mundo. San Francisco de Asís la llamaba "hermana muerte", y deseaba que llegara pronto. San Pablo afirmaba que para él la muerte era una ganancia porque así podría estar ya para siempre con el Señor (Fil 1, 21-23); y santa Teresa de Jesús también se consumía por el anhelo de que ésta no se demorara tanto en venir: "Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero" -decía en uno de sus poemas místicos- que, en nuestro lenguaje común, podríamos traducirlo con un "me muero de ganas de morirme". Y hallamos la misma experiencia en tantos otros santos y mártires, que veían en la muerte no precisamente un castigo o una maldición, sino el momento dichoso de su definitivo y eterno encuentro con el Señor.

Fue Jesucristo quien nos enseñó a ver así las cosas. Durante su vida pública muchas veces nos habló de este tema, y en el Evangelio encontramos páginas muy bellas que robustecen nuestra fe y alimentan nuestra esperanza. Como aquella parábola de las diez vírgenes, en la que nos exhorta a vivir "esperando la llegada del esposo" -o sea, de Cristo el Señor-. La parábola de los talentos, de las minas, de los invitados a la boda, del rico epulón y del pobre Lázaro y muchas otras enseñanzas tienen esta misma temática.

Y es que, si nos tomamos en serio esta meditación, la muerte nos enseña a vivir mejor y a valorar el poco tiempo del que disponemos para hacer méritos que perduren. Nos educa en la justa consideración de las cosas y de los bienes terrenos: a la luz de la eternidad aprendemos que todo es pasajero, relativo, accidental y caduco; y nos ayuda, en consecuencia, a no poner nuestro corazón y nuestras seguridades en cosas tan baladíes y efímeras. Nos da, en definitiva, la auténtica sabiduría, esa que no engaña y que nos hace vivir según la Verdad, que es Dios mismo.

Entonces, es muy saludable pensar de vez en cuando en la muerte. Y si la tenemos siempre presente en nuestra vida, tanto mejor. Ahora sí nos damos cuenta de que celebrar a los fieles difuntos tiene mucho sentido y de que, en vez de temer a la muerte, de rehuirla o de reírnos de ella, es mucho más provechoso aprender las lecciones de vida que ella nos ofrece. (Tomado del sitio CATHOLIC. NET, reflexión de P. Sergio Cordova LC)"

Presento mis excusas al lector por la utilización excesiva de las citas antes transcritas, pero resultó inevitable el auxilio de las mismas, por cuanto tratándose de la palabra de Dios, es necesario que lo que se señala este conforme con lo contenido en la santa Biblia, sobre todo por aquello que nos ordena la propia palabra de Dios, en el sentido de no quitar ni agregar nada al texto sagrado. Elevo mis oraciones al señor para que aquellos que todavía no creen en nuestro creador, ni mucho menos en la vida después de la muerte, ni es la resurrección, reciban el suficiente discernimiento y de infinita sabiduría del espíritu santo para que permita obtener la luz suficiente, la calidad necesaria para comprender que sin Dios no somos nada y que en el vivimos y morimos. Recordemos que el propio Jesús manifestó a sus discípulos: " YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA QUIEN CREE EN MÍ AUNQUE HAYA MUERTO VIVIRÁ Y TODO AQUEL QUE VIVA Y CREA EN MI , NO MORIRÁ ETERNAMENTE". Ánimo, gozo, alegría...



Etiquetas: resurrección, muerto, creación, alma, espíritu, cuerpo, biológico, espiritual

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