domingo, agosto 09, 2009
ORACIÓN “MAS AGRADA AL SEÑOR LA ALABANZA QUE LA QUEJABANZA”
ORACIÓN “MAS AGRADA AL SEÑOR LA ALABANZA QUE LA QUEJABANZA”
POR PROF. DR. MERVY ENRIQUE GONZÁLEZ FUENMAYOR
MARACAIBO.ESTADO ZULIA.REPÚBLICA DE VENEZUELA.AMÉRICA DEL SUR
REDACTADA Y PUBLICADA EN LA RED DOMINGO 09 AGOSTO DE 2009.
O R A C I Ó N
Vamos todos, clamen, justos, al Señor: es propio de los buenos alabarlo. Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas; entonen para él un canto nuevo, toquen con arte, profiriendo aclamaciones. Porqué la palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad; él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor. La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales; el encierra en un cántaro las aguas del mar y pone en un depósito las olas del océano. Que toda la tierra tema al Señor, y tiemblen ante él los habitantes del mundo; porque él lo dijo, y el mundo existió, él dio una orden, y todo subsiste. Amén y amen (Fragmentos del salmo 33, versos 1-9)
C O M E N T A R I O
(APLICACIÓN A NUESTRA VIDA)
Generalmente cuando nos dirigimos al señor Jesús, le presentamos un largo catálogo de peticiones, requerimientos y pedimentos. Realmente cuando nos situamos en la presencia del señor, un ambiente de profundo amor y de emociones que no podrían definirse, nos colman. Y nosotros en lugar de aprovechar al máximo este gran momento, lo desperdiciamos manifestándole al señor nuestras quejas, nuestras carencias, nuestros problemas y todo cuanto minúsculo detalle se nos antoje. Actuamos como si el señor no conociera nuestras dificultades. Con suma frecuencia olvidamos su gran poder, su extraordinario e infinito saber y su gran capacidad para estar en diferentes partes al mismo tiempo, pues él tiene el atributo de la ubicuidad. En lugar de agobiar la atención de nuestro señor con esa quejabanza, lo más propicio es colmarlo con nuestra alabanza. Casi todos los hombres y mujeres que han alcanzado la santidad, han dejado por escrito sus reflexiones y en ellas pueden verse fácilmente que la mayor parte de su tiempo lo dedicaban a la alabanza a Dios, aunado a la actividad pastoral, de servicio, de caridad y de amor que realizaban. Todos ellos destacaron lo agradable, los sublime y lo necesario que es para cada uno de nosotros y para nuestra tranquilidad y paz interior, alabar continuamente las grandezas y maravillas de nuestro Dios. No recuerdan también esos santos, que cuando oremos dediquemos el noventa y nueve coma noventa y nueve por ciento, a la alabanza, al reconocimiento, a nuestra fe, a la subordinación y a la postración de parte nuestra a Dios. Solamente el cero coma uno por ciento de esa comunicación, que logramos materializar a través de la oración con nuestro Dios, debemos dedicarla para hacerle saber al señor nuestras carencias y problemas. El sabe cuáles son, y aunque se las recordemos muy de vez en cuando, ya el tiene un programa y proyecto de solución para las mismas, lo único que tenemos es que estar muy despiertos para cuando se nos presenten y aplicarlas. Ánimo, gozo, alegría…
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